Extraído de Comentario de Noticias de Carla Antonelli y escrito por Kim Pérez Fernández-Fígares, Presidenta de Asociación de Identidad de Género de Andalucía.
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El 22 de febrero, miércoles, de 2006, de noche todavía, muchas trans se levantan, se ponen sus faldas difícilmente conquistadas, y se van a su trabajo.
Muchas más se están desnudando, ponen la ropa en una silla y se acuestan después de una noche de trabajo en la calle o en el apartamento anunciado en la prensa.
Todavía muchas más se están mirando en el espejo, afeitándose y mirando con angustia el rostro disfrazado masculinamente que se refleja en él.
Mientras amanecía y cada una íbamos a seguir nuestra vida, hacía ya quizás varias horas que una trans, una trans sola, había sido arrojada a un pozo, todavía quizá viva, se había ahogado y ya puede que descansara por fin en paz.
Acababa de pasar una pasión terrible. Había sido acosada, una vez más, asustada de noche en su pobre refugio, un rincón en un edificio sin terminar y abandonado, pero esta vez todo había ido más lejos y la habían violado con un palo, que le produjo terribles desgarraduras y le habían quemado el cuerpo con cigarrillos. ¿Cuánto pudo durar este terror, esta pesadilla?
A cualquiera nos puede pasar, pero a ella le llegó. Sus agresores eran una banda de muchachos, tan marginales como ella, que habrían conocido miserias parecidas y estaban internados en una institución católica; alguno de ellos había contado que un pedófilo le había hecho proposiciones y habían salido, sin más, a nuestra caza. ¿Lo supieron antes los responsables del internado? ¿En caso afirmativo, les dijeron lo que habrían tenido que decirles? ¿Los contuvieron, los sujetaron, les exigieron?
La historia de Gisberta, foto superior, había empezado como cualquiera de las nuestras, y no hace falta imaginársela aquí, porque cualquiera de nosotras puede recordar su vida de niño-niña y luego sus ilusiones y sus dificultades.
Luego se pueden suponer las razones que la trajeron a Europa, desde luego por alguna esperanza, porque no se deja el propio país si no se confía en una vida mejor, y cómo fue acabando todo en la miseria, la enfermedad, el abandono (la soledad debió de ser una palabra que se quedase corta), la intemperie…
Pero todo, para tener que conocer y vivir con detalle ese final de su existencia. Pobre trans, una de nosotras.
Hemos visto una foto suya de hace unos años, en la que se la ve muy guapa, la cara cuidada -¿operada de la nariz?- , el aire gracioso y un poco descarado de la gente feliz, y tenía motivos para ser feliz con su irradiación pelirroja y sonriente, feliz como puede serlo una trans guapa que puede vivir como trans, comiéndose el mundo, habiendo viajado a otro continente y vivido muchas cosas fascinantes; aunque si se piensa, tal vez sus ojos contenían ya cierta tristeza y algo de miedo al presente y al futuro.
Pero no quiero quedarme en su recuerdo, sino sacar de él conclusiones para nuestro presente y también para nuestro futuro.
Cualquiera ve oleadas de odio a su alrededor, odio en sus asesinos, que sólo han aprendido en la vida a odiar, y hacen lo que se hace con el odio, hacer mucho, muchísimo daño, y matar, y odio en quienes ahora callan y no quieren volver a hablar del asunto, los periódicos y las clases medias y acomodadas que los compran.
Pero hay un odio más sutil, que no se ve apenas, pero que quienes han dado la noticia han visto agazapado, pero aún así, no del todo, no en toda su horrible magnitud: el odio de la Iglesia Católica hacia las trans y los gays , comenzando por lo más grave, que es querer vernos como pecadores, con lo que no podemos muchas veces valorarnos ni respetarnos ni tener esperanzas, y se nos abre el camino a todas las desesperaciones, como la droga por ejemplo, y siguiendo por enseñarles a los demás que somos antinaturales y, por lo tanto, que si nos pasa algo, nos habremos buscado lo que nos pase. ¡Pobre Jesucristo, el último cristiano!
La Iglesia Católica ahora pesa menos, pero ha pesado mucho, y ha formado nuestra cultura, en un sentido muy poco cristiano, muy poco amante. De esta manera, se puede comprender que una criatura nacida en un país alegre y abierto como Brasil, que comprende seguramente desde sus primeros años que no es como los otros niños, no encuentre en su niñez ni en su adolescencia apoyo, ni comprensión, ni cariño, cosas tan elementales que a los otros niños se les prodigan, y que luego tenga que buscarse la vida como una batalla y una guerra, entre burlas e insultos, como los que también hemos oído nosotras o peores que los que hemos oído nosotras, en la marginación, con muchas probabilidades de no encontrar un trabajo corriente y de ser derrotada en tan desigual combate, sin que una mano humana ni mucho menos cristiana se haya conmovido por ella y la haya ayudado… ¡sino que incluso se hayan buscado atenuantes, en su condición, para quienes la han matado!
¿Hay atenuantes para matarnos, porque somos gays o trans, como piensa, o peor, siente, ese sacerdote supuesto educador de los asesinos?
¿Qué se puede hacer ahora? En medio de muchas cosas útiles, como escribir en particular a los periódicos silenciosos y a a los no silenciosos, os diré las dos más importantes.
La primera, que se sepa. Que lo digamos en todas las partes que podamos, en los foros en que entremos. Que se sepa lo que es una vida de trans.
Y la segunda, no olvidarla. No podemos olvidarla, por ella misma. Que le demos compañía con nuestros recuerdos, ella que no la tuvo por lo menos en ese final de su vida. Se le puede hacer compañía a los muertos, acordándonos de ellos. Tampoco por nosotros. Necesitamos, los trans y las trans, imágenes puras de lo que es la vida de trans y Gisberta nos da una.
Existen otras, más glamurosas o más exitosas, en general, pero Gisberta nos dice cosas que, cuando hemos vivido algunos años, sabemos que están en nuestro corazón. A ella, si pudiéramos encontrarla viva, nos daría la impresión, como con todas las trans, de que “ya nos conocemos”.
Y en medio de tanta miseria y tanto fracaso, acordarnos de que quizás, después de todo, en medio de hambre, piojos y frío, Gisberta se decía a sí misma lo que decía mi amiga Sonia, cuando con veintidós años estaba casi en el borde de la miseria más total: “Pero soy mujer”.
Éste es el grito de guerra de las transexuales, el que jamás será vencido.
Kim Pérez 13-03-2006
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Extraído do commentary da notícia de Carla Antonelli e escrito por Kim Perez Fernandez-Fígares, Presidenta de Asociación de Identidad de Genero de Andalucía.(España)
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O 22 de fevereiro, quarta-feira, de 2006, de noite ainda, muitas trans se levantam, põem-se suas saias dificilmente conquistadas, e se vão a seu trabalho.
Muitas mais se estão despindo, põem a roupa numa cadeira e se acuestan depois de uma noite de trabalho na rua ou no apartamento anunciado na imprensa.
Ainda muitas mais se estão olhando no espelho, barbeando-se e olhando com angústia o rosto disfarçado masculinamente que se reflete nele.
Enquanto amanhecia e cada uma íamos seguir nossa vida, fazia já quiçá várias horas que uma trans, uma trans só, tinha sido arrojada a um poço, ainda quiçá viva, tinha-se afogado e já pode que descansasse por fim em paz.
Acabava de passar uma paixão terrível. Tinha sido acossada, uma vez mais, assustada de noite em seu pobre refúgio, um rincão num edifício sem terminar e abandonado, mas esta vez tudo tinha ido mais longe e a tinham violado com um pau, que lhe produziu terríveis desgarraduras e lhe tinham queimado o corpo com cigarros. Quanto pôde durar este terror, este pesadelo?
A qualquer nos pode passar, mas a ela lhe chegou. Seus agressores eram uma banda de moços, tão marginais como ela, que teriam conhecido misérias parecidas e estavam internados numa instituição católica; algum deles tinha contado que um pedófilo lhe tinha feito proposições e tinham saído, sem mais, a nossa caça. O souberam antes os responsáveis do internado? Em caso afirmativo, disseram-lhes o que teriam tido que lhes dizer? Os contiveram, sujeitaram-nos, exigiram-lhes?
A história de Gisberta, foto superior, tinha começado como qualquer das nossas, e não faz falta imaginar-se aqui, porque qualquer de nós pode recordar sua vida de menino-menina e depois suas ilusões e suas dificuldades.
Depois se podem supor as razões que a trouxeram a Europa, desde depois por alguma esperança, porque não se deixa o próprio país se não se confia numa vida melhor, e como foi acabando tudo na miséria, a doença, o abandono (a solidão deveu de ser uma palavra que ficasse curta), a intempérie…
Mas tudo, para ter que conhecer e viver com detalhe esse final de sua existência. Pobre trans, uma de nós.
Vimos uma foto sua de faz uns anos, na que se a vê muito guapa, a cara cuidada -operada do nariz?- , o ar engraçado e um pouco descarado da gente feliz, e tinha motivos para ser feliz com sua irradiação ruiva e sorridente, feliz como pode sê-lo uma trans guapa que pode viver como trans, comendo-se o mundo, tendo viajado a outro continente e vivido muitas coisas fascinantes; ainda que se se pensa, talvez seus olhos continham já certa tristeza e um pouco de medo ao presente e ao futuro.
Mas não quero ficar-me em sua recordação, senão sacar dele conclusões para nosso presente e também para nosso futuro.
Qualquer vê ondas de ódio a seu arredor, ódio em seus assassinos, que só aprenderam na vida a odiar, e fazem o que se faz com o ódio, fazer muito, muitíssimo dano, e matar, e ódio em quem agora calam e não querem voltar a falar do assunto, os jornais e as classes médias e acomodadas que os compram.
Mas há um ódio mais subtil, que não se vê mal, mas que quem deram a notícia viram agachado, mas mesmo assim, não do tudo, não em toda sua horrível magnitude: o ódio da Igreja Católica para as trans e os gays , começando pelo mais grave, que é querer ver-nos como pecadores, com o que não podemos muitas vezes valorizar-nos nem respeitar-nos nem ter esperanças, e se nos abre o caminho a todos os desesperos, como a droga por exemplo, e seguindo por ensinar-lhes aos demais que somos antinaturais e, portanto, que se nos passa algo, nos teremos procurado o que nos passe. ¡Pobre Jesucristo, o último cristão!
A Igreja Católica agora pesa menos, mas pesou muito, e formou nossa cultura, num sentido muito pouco cristão, muito pouco amante. Desta maneira, pode-se compreender que uma criatura nascida num país alegre e aberto como Brasil, que compreende seguramente desde seus primeiros anos que não é como os outros meninos, não encontre em sua meninice nem em sua adolescência apóio, nem entendimento, nem carinho, coisas tão elementares que aos outros meninos se lhes esbanjam, e que depois tenha que se procurar a vida como uma batalha e uma guerra, entre burlas e insultos, como os que também ouvimos nós ou piores que os que ouvimos nós, na marginação, com muitas probabilidades de não encontrar um trabalho corrente e de ser derrotada em tão desigual combate, sem que uma mão humana nem muito menos cristã se tenha comovido por ela e a tenha ajudado… ¡senão do que inclusive se tenham procurado atenuantes, em sua condição, para quem a mataram!
Há atenuantes para matar-nos, porque somos gays ou trans, como pensa, ou pior, sente, esse sacerdote suposto educador dos assassinos?
Que se pode fazer agora? No meio de muitas coisas úteis, como escrever em particular aos jornais silenciosos e à os não silenciosos, vos direi as mais duas importantes.
A primeira, que se saiba. Que o digamos em todas as partes que podamos, nos foros em que entremos. Que se saiba o que é uma vida de trans.
E a segunda, não a esquecer. Não podemos esquecê-la, por ela mesma. Que lhe dêmos companhia com nossas recordações, ela que não a teve pelo menos nesse final de sua vida. Se lhe pode fazer companhia aos mortos, lembrando-nos deles. Também não por nós. Precisamos, os trans e as trans, imagens puras do que é a vida de trans e Gisberta nos dá uma.
Existem outras, mais glamurosas ou mais exitosas, em general, mas Gisberta nos diz coisas que, quando vivemos alguns anos, sabemos que estão em nosso coração. A ela, se pudéssemos encontrá-la viva, nos daria a impressão, como com todas as trans, de que “já nos conhecemos”.
E no meio de tanta miséria e tanto fracasso, lembrar-nos de que quiçá, depois de tudo, no meio de fome, piolhos e frio, Gisberta se dizia a si mesma o que dizia minha amiga Sonia, quando com vinte e dois anos estava quase no borde da miséria mais total: “Mas sou mulher”.
Este é o grito de guerra das transsexuais, o que jamais será vencido.
Kim Pérez 13-03-2006
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Extracted of Commentary of the News of Carla Antonelli and written by Kim Perez Fernandez-Fígares, Presidenta de Asociación de Identidad de Genero de Andalucía.(Spain)
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The 22 of February, Wednesday, of 2006, at night still, many trans rise, their conquered skirts are put hardly, and they go away to its work.
Many are undressing more, they put the clothes in a chair and they lie down after one night of work in the street or the apartment announced in the press.
Still many are being watched more in the mirror, shaving themselves and watching with anguish the disguised face masculinely that it is reflected in him.
While it blunts the dawn and each one we were going to follow our life, already perhaps several hours ago one trans, one trans single, it had been thrown to a well, perhaps still it lives, one had suffocated and already it can that rested finally peacefully.
It finished passing a passion terrible. It had been harassed, once again, scared at night in its poor refuge, a corner in a building without finishing and left, but this time everything had gone more far and they had violated it with a wood, that it produced to him terrible it tear and the body with cigarettes had burned him. How much this terror could last, this nightmare?
To any it can happen to us, but at her it arrived to him. Their aggressors were a band of boys, as marginal as she, that they would have known miseries similar and they were committed in a catholic institution; some of them had counted who pedófilo had made him proposals and had left, immediately, to our hunting. Knew to it before the people in charge of the boarding school? In affirmative case, they said to them what they would have had to say to them? They contained them, they held them, they demanded to them?
The history of Gisberta, superior photo, it had begun like anyone of ours, and it is not necessary to imagine it here to it, because anyone of us can remember its life of boy-girl soon and its illusions and their difficulties.
Soon the reasons can be supposed that brought Europe, of course by some hope, because the own country is not left if it does not trust a better life, and how everything in the misery was finishing, the disease, the abandonment (the solitude had of being a word that remained cuts), the inclemency...
But everything, in order to have to know and to live with detail that end on its existence. Poor man trans, one of us.
We have seen a photo hers of years ago, in that is seen it very handsome, the well-taken care of face - operated of the nose?- , the graceful air and a little behaved shamelessly happy people, and pelirroja had reasons to be happy with its smiling irradiation and, happy like one can be it trans handsome that can live like trans, eating the world, having traveled to another continent and lived many fascinating things; although if one thinks, perhaps their eyes already contained certain sadness and something of fear to the present and the future.
But I do not want to remain in its memory, but to also draw from him conclusions for our present and for our future.
Anyone sees swelling of hatred his around, hatred in its assassins, that they have only learned in the life to hate, and they do what one takes control of hatred, to do much, very many damage, and to kill, and hatred in those who now shuts up and does not want to return to speak of the subject, the newspapers and the middle-class and accommodated that buys them.
But there is a subtler hatred, that it is not seen hardly, but that who they have given the news has seen seized, but even so, not absolutely, not in all its horrible magnitude: the hatred of the Catholic Church towards trans and gays, beginning by most serious, that it is to want to see us like pecadores, with which we can often be valued neither to be respected nor to have hopes, and the way is opened to us to all the desperations, like the drug for example, and following to teach to the others that we are unnatural and, therefore, that if it passes something to us, we will have looked for what it happens to us. Poor man Jesus Christ, the last Christian!
The Catholic Church now weight less, but it has much heavy, and it has formed our culture, in a sense very little Christian, very little it blankets. This way, it is possible to be included/understood that a creature born in a country cheers and open like Brazil, that it surely includes/understands from his first years that are not like the other children, it does not find in its childhood nor in its adolescence support, nor understanding, nor affection, so elementary things that to the other children they are extended to them, and that soon it has to look for the life as a battle and a war, between ridicules and insults, like that also we have heard or worse than those than we have heard, in the marginalization, with many probabilities of not finding a a current job and being defeated in so unequal combat, without far from it Christian a human hand has been affected by her and it has helped it... but that has even looked for extenuating, in its condition, for those who have killed it!
It has extenuating to kill to us, because we are gays or trans, as it thinks, or worse, it feels, that educating supposed priest of the assassins?
What can be done now? In the middle of many useful things, like writing in individual to quiet newspapers and a the nonquiet ones, I will say to you two more important.
First, that it is known. That we say it in all the parts that we pruned, in the forums which we enter. That one knows what is a life of trans.
And second, not to forget it. We cannot forget it, by she herself. That we give company him with our memories, she who did not have it at least in that end of her life. Him company to deads can be done, deciding to us them. Either by us. We needed, trans and trans, pure images of which it is the life of trans and Gisberta give one us.
Others exist, more more successful glamurosas or, in general, but Gisberta says things to us that, when we have lived some years, we know that they are in our heart. To her, if we could find it lives, it would give the impression us, like with all trans, which "already we know ourselves".
And in the middle of as much misery and as much failure, to decide to us that perhaps, after all, in the middle of hunger, lice and cold, Gisberta was said to itself what my Sonia friend said, when with twenty-two years it was almost in the edge of the total misery: "But I am woman".
This one is the shout military of the transsexuals, the one that never will be overcome.
Kim Pérez 13-03-2006
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El 22 de febrero, miércoles, de 2006, de noche todavía, muchas trans se levantan, se ponen sus faldas difícilmente conquistadas, y se van a su trabajo.
Muchas más se están desnudando, ponen la ropa en una silla y se acuestan después de una noche de trabajo en la calle o en el apartamento anunciado en la prensa.
Todavía muchas más se están mirando en el espejo, afeitándose y mirando con angustia el rostro disfrazado masculinamente que se refleja en él.
Mientras amanecía y cada una íbamos a seguir nuestra vida, hacía ya quizás varias horas que una trans, una trans sola, había sido arrojada a un pozo, todavía quizá viva, se había ahogado y ya puede que descansara por fin en paz.
Acababa de pasar una pasión terrible. Había sido acosada, una vez más, asustada de noche en su pobre refugio, un rincón en un edificio sin terminar y abandonado, pero esta vez todo había ido más lejos y la habían violado con un palo, que le produjo terribles desgarraduras y le habían quemado el cuerpo con cigarrillos. ¿Cuánto pudo durar este terror, esta pesadilla?
A cualquiera nos puede pasar, pero a ella le llegó. Sus agresores eran una banda de muchachos, tan marginales como ella, que habrían conocido miserias parecidas y estaban internados en una institución católica; alguno de ellos había contado que un pedófilo le había hecho proposiciones y habían salido, sin más, a nuestra caza. ¿Lo supieron antes los responsables del internado? ¿En caso afirmativo, les dijeron lo que habrían tenido que decirles? ¿Los contuvieron, los sujetaron, les exigieron?
La historia de Gisberta, foto superior, había empezado como cualquiera de las nuestras, y no hace falta imaginársela aquí, porque cualquiera de nosotras puede recordar su vida de niño-niña y luego sus ilusiones y sus dificultades.
Luego se pueden suponer las razones que la trajeron a Europa, desde luego por alguna esperanza, porque no se deja el propio país si no se confía en una vida mejor, y cómo fue acabando todo en la miseria, la enfermedad, el abandono (la soledad debió de ser una palabra que se quedase corta), la intemperie…
Pero todo, para tener que conocer y vivir con detalle ese final de su existencia. Pobre trans, una de nosotras.
Hemos visto una foto suya de hace unos años, en la que se la ve muy guapa, la cara cuidada -¿operada de la nariz?- , el aire gracioso y un poco descarado de la gente feliz, y tenía motivos para ser feliz con su irradiación pelirroja y sonriente, feliz como puede serlo una trans guapa que puede vivir como trans, comiéndose el mundo, habiendo viajado a otro continente y vivido muchas cosas fascinantes; aunque si se piensa, tal vez sus ojos contenían ya cierta tristeza y algo de miedo al presente y al futuro.
Pero no quiero quedarme en su recuerdo, sino sacar de él conclusiones para nuestro presente y también para nuestro futuro.
Cualquiera ve oleadas de odio a su alrededor, odio en sus asesinos, que sólo han aprendido en la vida a odiar, y hacen lo que se hace con el odio, hacer mucho, muchísimo daño, y matar, y odio en quienes ahora callan y no quieren volver a hablar del asunto, los periódicos y las clases medias y acomodadas que los compran.
Pero hay un odio más sutil, que no se ve apenas, pero que quienes han dado la noticia han visto agazapado, pero aún así, no del todo, no en toda su horrible magnitud: el odio de la Iglesia Católica hacia las trans y los gays , comenzando por lo más grave, que es querer vernos como pecadores, con lo que no podemos muchas veces valorarnos ni respetarnos ni tener esperanzas, y se nos abre el camino a todas las desesperaciones, como la droga por ejemplo, y siguiendo por enseñarles a los demás que somos antinaturales y, por lo tanto, que si nos pasa algo, nos habremos buscado lo que nos pase. ¡Pobre Jesucristo, el último cristiano!
La Iglesia Católica ahora pesa menos, pero ha pesado mucho, y ha formado nuestra cultura, en un sentido muy poco cristiano, muy poco amante. De esta manera, se puede comprender que una criatura nacida en un país alegre y abierto como Brasil, que comprende seguramente desde sus primeros años que no es como los otros niños, no encuentre en su niñez ni en su adolescencia apoyo, ni comprensión, ni cariño, cosas tan elementales que a los otros niños se les prodigan, y que luego tenga que buscarse la vida como una batalla y una guerra, entre burlas e insultos, como los que también hemos oído nosotras o peores que los que hemos oído nosotras, en la marginación, con muchas probabilidades de no encontrar un trabajo corriente y de ser derrotada en tan desigual combate, sin que una mano humana ni mucho menos cristiana se haya conmovido por ella y la haya ayudado… ¡sino que incluso se hayan buscado atenuantes, en su condición, para quienes la han matado!
¿Hay atenuantes para matarnos, porque somos gays o trans, como piensa, o peor, siente, ese sacerdote supuesto educador de los asesinos?
¿Qué se puede hacer ahora? En medio de muchas cosas útiles, como escribir en particular a los periódicos silenciosos y a a los no silenciosos, os diré las dos más importantes.
La primera, que se sepa. Que lo digamos en todas las partes que podamos, en los foros en que entremos. Que se sepa lo que es una vida de trans.
Y la segunda, no olvidarla. No podemos olvidarla, por ella misma. Que le demos compañía con nuestros recuerdos, ella que no la tuvo por lo menos en ese final de su vida. Se le puede hacer compañía a los muertos, acordándonos de ellos. Tampoco por nosotros. Necesitamos, los trans y las trans, imágenes puras de lo que es la vida de trans y Gisberta nos da una.
Existen otras, más glamurosas o más exitosas, en general, pero Gisberta nos dice cosas que, cuando hemos vivido algunos años, sabemos que están en nuestro corazón. A ella, si pudiéramos encontrarla viva, nos daría la impresión, como con todas las trans, de que “ya nos conocemos”.
Y en medio de tanta miseria y tanto fracaso, acordarnos de que quizás, después de todo, en medio de hambre, piojos y frío, Gisberta se decía a sí misma lo que decía mi amiga Sonia, cuando con veintidós años estaba casi en el borde de la miseria más total: “Pero soy mujer”.
Éste es el grito de guerra de las transexuales, el que jamás será vencido.
Kim Pérez 13-03-2006
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Extraído do commentary da notícia de Carla Antonelli e escrito por Kim Perez Fernandez-Fígares, Presidenta de Asociación de Identidad de Genero de Andalucía.(España)
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O 22 de fevereiro, quarta-feira, de 2006, de noite ainda, muitas trans se levantam, põem-se suas saias dificilmente conquistadas, e se vão a seu trabalho.
Muitas mais se estão despindo, põem a roupa numa cadeira e se acuestan depois de uma noite de trabalho na rua ou no apartamento anunciado na imprensa.
Ainda muitas mais se estão olhando no espelho, barbeando-se e olhando com angústia o rosto disfarçado masculinamente que se reflete nele.
Enquanto amanhecia e cada uma íamos seguir nossa vida, fazia já quiçá várias horas que uma trans, uma trans só, tinha sido arrojada a um poço, ainda quiçá viva, tinha-se afogado e já pode que descansasse por fim em paz.
Acabava de passar uma paixão terrível. Tinha sido acossada, uma vez mais, assustada de noite em seu pobre refúgio, um rincão num edifício sem terminar e abandonado, mas esta vez tudo tinha ido mais longe e a tinham violado com um pau, que lhe produziu terríveis desgarraduras e lhe tinham queimado o corpo com cigarros. Quanto pôde durar este terror, este pesadelo?
A qualquer nos pode passar, mas a ela lhe chegou. Seus agressores eram uma banda de moços, tão marginais como ela, que teriam conhecido misérias parecidas e estavam internados numa instituição católica; algum deles tinha contado que um pedófilo lhe tinha feito proposições e tinham saído, sem mais, a nossa caça. O souberam antes os responsáveis do internado? Em caso afirmativo, disseram-lhes o que teriam tido que lhes dizer? Os contiveram, sujeitaram-nos, exigiram-lhes?
A história de Gisberta, foto superior, tinha começado como qualquer das nossas, e não faz falta imaginar-se aqui, porque qualquer de nós pode recordar sua vida de menino-menina e depois suas ilusões e suas dificuldades.
Depois se podem supor as razões que a trouxeram a Europa, desde depois por alguma esperança, porque não se deixa o próprio país se não se confia numa vida melhor, e como foi acabando tudo na miséria, a doença, o abandono (a solidão deveu de ser uma palavra que ficasse curta), a intempérie…
Mas tudo, para ter que conhecer e viver com detalhe esse final de sua existência. Pobre trans, uma de nós.
Vimos uma foto sua de faz uns anos, na que se a vê muito guapa, a cara cuidada -operada do nariz?- , o ar engraçado e um pouco descarado da gente feliz, e tinha motivos para ser feliz com sua irradiação ruiva e sorridente, feliz como pode sê-lo uma trans guapa que pode viver como trans, comendo-se o mundo, tendo viajado a outro continente e vivido muitas coisas fascinantes; ainda que se se pensa, talvez seus olhos continham já certa tristeza e um pouco de medo ao presente e ao futuro.
Mas não quero ficar-me em sua recordação, senão sacar dele conclusões para nosso presente e também para nosso futuro.
Qualquer vê ondas de ódio a seu arredor, ódio em seus assassinos, que só aprenderam na vida a odiar, e fazem o que se faz com o ódio, fazer muito, muitíssimo dano, e matar, e ódio em quem agora calam e não querem voltar a falar do assunto, os jornais e as classes médias e acomodadas que os compram.
Mas há um ódio mais subtil, que não se vê mal, mas que quem deram a notícia viram agachado, mas mesmo assim, não do tudo, não em toda sua horrível magnitude: o ódio da Igreja Católica para as trans e os gays , começando pelo mais grave, que é querer ver-nos como pecadores, com o que não podemos muitas vezes valorizar-nos nem respeitar-nos nem ter esperanças, e se nos abre o caminho a todos os desesperos, como a droga por exemplo, e seguindo por ensinar-lhes aos demais que somos antinaturais e, portanto, que se nos passa algo, nos teremos procurado o que nos passe. ¡Pobre Jesucristo, o último cristão!
A Igreja Católica agora pesa menos, mas pesou muito, e formou nossa cultura, num sentido muito pouco cristão, muito pouco amante. Desta maneira, pode-se compreender que uma criatura nascida num país alegre e aberto como Brasil, que compreende seguramente desde seus primeiros anos que não é como os outros meninos, não encontre em sua meninice nem em sua adolescência apóio, nem entendimento, nem carinho, coisas tão elementares que aos outros meninos se lhes esbanjam, e que depois tenha que se procurar a vida como uma batalha e uma guerra, entre burlas e insultos, como os que também ouvimos nós ou piores que os que ouvimos nós, na marginação, com muitas probabilidades de não encontrar um trabalho corrente e de ser derrotada em tão desigual combate, sem que uma mão humana nem muito menos cristã se tenha comovido por ela e a tenha ajudado… ¡senão do que inclusive se tenham procurado atenuantes, em sua condição, para quem a mataram!
Há atenuantes para matar-nos, porque somos gays ou trans, como pensa, ou pior, sente, esse sacerdote suposto educador dos assassinos?
Que se pode fazer agora? No meio de muitas coisas úteis, como escrever em particular aos jornais silenciosos e à os não silenciosos, vos direi as mais duas importantes.
A primeira, que se saiba. Que o digamos em todas as partes que podamos, nos foros em que entremos. Que se saiba o que é uma vida de trans.
E a segunda, não a esquecer. Não podemos esquecê-la, por ela mesma. Que lhe dêmos companhia com nossas recordações, ela que não a teve pelo menos nesse final de sua vida. Se lhe pode fazer companhia aos mortos, lembrando-nos deles. Também não por nós. Precisamos, os trans e as trans, imagens puras do que é a vida de trans e Gisberta nos dá uma.
Existem outras, mais glamurosas ou mais exitosas, em general, mas Gisberta nos diz coisas que, quando vivemos alguns anos, sabemos que estão em nosso coração. A ela, se pudéssemos encontrá-la viva, nos daria a impressão, como com todas as trans, de que “já nos conhecemos”.
E no meio de tanta miséria e tanto fracasso, lembrar-nos de que quiçá, depois de tudo, no meio de fome, piolhos e frio, Gisberta se dizia a si mesma o que dizia minha amiga Sonia, quando com vinte e dois anos estava quase no borde da miséria mais total: “Mas sou mulher”.
Este é o grito de guerra das transsexuais, o que jamais será vencido.
Kim Pérez 13-03-2006
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Extracted of Commentary of the News of Carla Antonelli and written by Kim Perez Fernandez-Fígares, Presidenta de Asociación de Identidad de Genero de Andalucía.(Spain)
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The 22 of February, Wednesday, of 2006, at night still, many trans rise, their conquered skirts are put hardly, and they go away to its work.
Many are undressing more, they put the clothes in a chair and they lie down after one night of work in the street or the apartment announced in the press.
Still many are being watched more in the mirror, shaving themselves and watching with anguish the disguised face masculinely that it is reflected in him.
While it blunts the dawn and each one we were going to follow our life, already perhaps several hours ago one trans, one trans single, it had been thrown to a well, perhaps still it lives, one had suffocated and already it can that rested finally peacefully.
It finished passing a passion terrible. It had been harassed, once again, scared at night in its poor refuge, a corner in a building without finishing and left, but this time everything had gone more far and they had violated it with a wood, that it produced to him terrible it tear and the body with cigarettes had burned him. How much this terror could last, this nightmare?
To any it can happen to us, but at her it arrived to him. Their aggressors were a band of boys, as marginal as she, that they would have known miseries similar and they were committed in a catholic institution; some of them had counted who pedófilo had made him proposals and had left, immediately, to our hunting. Knew to it before the people in charge of the boarding school? In affirmative case, they said to them what they would have had to say to them? They contained them, they held them, they demanded to them?
The history of Gisberta, superior photo, it had begun like anyone of ours, and it is not necessary to imagine it here to it, because anyone of us can remember its life of boy-girl soon and its illusions and their difficulties.
Soon the reasons can be supposed that brought Europe, of course by some hope, because the own country is not left if it does not trust a better life, and how everything in the misery was finishing, the disease, the abandonment (the solitude had of being a word that remained cuts), the inclemency...
But everything, in order to have to know and to live with detail that end on its existence. Poor man trans, one of us.
We have seen a photo hers of years ago, in that is seen it very handsome, the well-taken care of face - operated of the nose?- , the graceful air and a little behaved shamelessly happy people, and pelirroja had reasons to be happy with its smiling irradiation and, happy like one can be it trans handsome that can live like trans, eating the world, having traveled to another continent and lived many fascinating things; although if one thinks, perhaps their eyes already contained certain sadness and something of fear to the present and the future.
But I do not want to remain in its memory, but to also draw from him conclusions for our present and for our future.
Anyone sees swelling of hatred his around, hatred in its assassins, that they have only learned in the life to hate, and they do what one takes control of hatred, to do much, very many damage, and to kill, and hatred in those who now shuts up and does not want to return to speak of the subject, the newspapers and the middle-class and accommodated that buys them.
But there is a subtler hatred, that it is not seen hardly, but that who they have given the news has seen seized, but even so, not absolutely, not in all its horrible magnitude: the hatred of the Catholic Church towards trans and gays, beginning by most serious, that it is to want to see us like pecadores, with which we can often be valued neither to be respected nor to have hopes, and the way is opened to us to all the desperations, like the drug for example, and following to teach to the others that we are unnatural and, therefore, that if it passes something to us, we will have looked for what it happens to us. Poor man Jesus Christ, the last Christian!
The Catholic Church now weight less, but it has much heavy, and it has formed our culture, in a sense very little Christian, very little it blankets. This way, it is possible to be included/understood that a creature born in a country cheers and open like Brazil, that it surely includes/understands from his first years that are not like the other children, it does not find in its childhood nor in its adolescence support, nor understanding, nor affection, so elementary things that to the other children they are extended to them, and that soon it has to look for the life as a battle and a war, between ridicules and insults, like that also we have heard or worse than those than we have heard, in the marginalization, with many probabilities of not finding a a current job and being defeated in so unequal combat, without far from it Christian a human hand has been affected by her and it has helped it... but that has even looked for extenuating, in its condition, for those who have killed it!
It has extenuating to kill to us, because we are gays or trans, as it thinks, or worse, it feels, that educating supposed priest of the assassins?
What can be done now? In the middle of many useful things, like writing in individual to quiet newspapers and a the nonquiet ones, I will say to you two more important.
First, that it is known. That we say it in all the parts that we pruned, in the forums which we enter. That one knows what is a life of trans.
And second, not to forget it. We cannot forget it, by she herself. That we give company him with our memories, she who did not have it at least in that end of her life. Him company to deads can be done, deciding to us them. Either by us. We needed, trans and trans, pure images of which it is the life of trans and Gisberta give one us.
Others exist, more more successful glamurosas or, in general, but Gisberta says things to us that, when we have lived some years, we know that they are in our heart. To her, if we could find it lives, it would give the impression us, like with all trans, which "already we know ourselves".
And in the middle of as much misery and as much failure, to decide to us that perhaps, after all, in the middle of hunger, lice and cold, Gisberta was said to itself what my Sonia friend said, when with twenty-two years it was almost in the edge of the total misery: "But I am woman".
This one is the shout military of the transsexuals, the one that never will be overcome.
Kim Pérez 13-03-2006