Noticia Extraída de Canarias 7
Transformación. Jara (fotografía derecha) toma hormonas desde los 30 años.El jueves, en el parque de San Telmo.
Las Palmas de Gran Canaria
Jara aguantó más de 20 años la presión psicológica de tener una doble vida. Era Miguel Ángel durante la semana y Jara, los sábados y domingos. Por respeto a sus padres, que nunca han visto con buenos ojos la situación que vive su hija, no dio el paso para mostrarse como la mujer que realmente es hasta que cumplió la treintena.
Hoy es una persona realizada, que está «superorgullosa de la mujer que soy», aunque confiesa que en el camino ha perdido su mayor tesoro: sus padres.
«Aún tengo la esperanza de encontrarlos», asegura con tristeza. «De hecho, hace un par de años intenté acercarme a ellos, pero volvieron a repetirse las imposiciones: ¡Quítate esos pendientes! ¡No vengas maquillada! ¡ Cámbiate de ropa! Y por ese aro yo ya no paso más. Ya me he sentido despreciada y rechazada demasiadas veces por ser lo que soy».
niño afeminado. Jara nació en octubre de 1958 en Las Palmas de Gran Canaria, en el seno de una familia de clase media y de creencias muy arraigadas y estrictas. Fue el primer hijo del matrimonio, que llegó a tener otros tres más. Sus padres le llamaron Miguel Ángel.
Los recuerdos de su infancia son dulces. «Era el típico niño afeminado. Los Reyes Magos me traían pistolas y coches, pero yo me encerraba en el cuarto a jugar con las muñecas de mis hermanas. Para mí todo aquello era normal. Es cierto que, cuando lo pienso, me acuerdo de que se me iban los ojos detrás de mis compañeros de clase, pero no lo relacionaba con la atracción sexual. Era muy pequeño para pensar en esas cosas».
No fue hasta los 12 años cuando empezó a notar que le atraían los hombres como a cualquier mujer. «Salíamos en pandilla, pero yo siempre estaba con las chicas, contándonos qué chico nos gustaba. Ellas se daban cuenta de que Miguel Ángel era diferente, y siempre me apoyaron en todo».
El auténtico choque con la realidad le esperaba en su casa. «Mis padres se daban cuenta de que pasaba algo raro, pero nunca me decían nada. Hasta que en unos carnavales me vestí de mujer. Un amigo le enseñó una foto a mi padre y le dijo que le presentara a su hija. Ese día, mi padre me dio la primera y única paliza que he recibido de él».
Ese fue el punto de inflexión de la vida de Jara. A partir de ese momento tuvo que reprimirse, vivir prisionera en un cuerpo masculino, sin posibilidad de asomar su verdadera personalidad, hasta que cumplió los 18 años.
«Me puse a trabajar de auxiliar administrativo y alquilé un apartamento. De lunes a viernes hacía el paripé y los fines de semana vivía mi auténtica vida. Me mostraba como era para, el lunes, volver a lo mismo. Fue muy duro».
En esa época conoció al que fue el amor de su vida, con el que convivió durante nueve años, hasta su trágico fallecimiento. «Durante todo ese tiempo, mi pareja y yo manteníamos una buena relación con mis padres. Parece que ellos entendían mejor la homosexualidad que la transexualidad. Yo nunca les saqué de su error porque, eso sí, el tema nunca se tocaba en casa».
EL CAMBIO. A los 30 años decidió dar el paso. «No lo hice antes por miedo. Miedo a perderlo todo. Miedo a hacer daño a mis padres.... No sé. Me aterraba. Pero un día rompí con todo. Estaba harta de no poder ser yo. Fue la mejor decisión de mi vida y hoy me arrepiento de no haberlo hecho antes».
Aquella no era una época especialmente propicia al cambio. «Estaba sola. Mi pareja había muerto. Pasé una larga temporada perdida y estaba harta de caminar con la cabeza agachada y de ser el blanco de las burlas de los que no me respetaban como persona. Me lancé. Peor de lo que estaba, no iba a estar».
Con ese empuje y el apoyo de sus hermanos y de una amiga «transexual y liberada» inició el tratamiento hormonal que debe seguir de por vida. La posibilidad de operarse no se la plantea. «El sexo no está en los genitales. Yo soy una mujer transexual con genitales masculinos. Me considero una mujer completa. Sólo me faltan los papeles que reafirmen mi identidad burocráticamente. Y eso también lo voy a tener con la nueva ley ¿Es que se puede pedir más?».
la ley. La Ley de Identidad de Género que debatirá el Congreso de los Diputados el próximo mes permitirá a Jara modificar su DNI y cambiar, además de su nombre de pila, la fatídica V (Varón) por la deseada M (Mujer).
«Yo no voy a ser más mujer por tener un papel o no tenerlo, pero me ayudará a reafirmar mi identidad sexual ante la ley y ante los demás. Desde ese momento, seré mujer a todos los efectos jurídicos y abrirá muchas posibilidades en mi vida. Incluso podré casarme, si me apetece, como una más con el hombre al que quiero».
Gracias a ese cambio en su documentación, Jara pronto dejará de tener que dar explicaciones cuando le pidan su documentación para cuestiones tan cotidianas como pagar con una tarjeta de crédito en cualquier establecimiento o solicitar un certificado de residencia. «Nunca me he avergonzado de lo que soy y cuando me preguntan, contesto con educación, pero una termina harta de aclarar siempre lo mismo. Son detalles que te pueden llegar a amargar la vida».
Licenciada con honor
Fuera de su casa, Jara siempre ha hecho gala de su identidad sexual femenina siempre que ha podido. Podría decirse que incluso ha presumido de ella. Incluso cumplió con el servicio militar obligatorio con satisfacción.
«Recuerdo que cuando me nombraron, se montó el alboroto. Me vieron y se asombraron. Yo no tenía pecho ni el pelo largo, pero no había duda de que era una mujer. Me preguntaron si tenía algo que alegar y les dije que no. Que no era manca, ni coja, ni ciega. Así entré. En realidad, yo creo que fuimos nosotras las que empezamos a romper las barreras en el Ejército. Yo pasé una mili maravillosa. Era el escribiente del Teniente Coronel en el cuartel de Irún y estaba rebajada de todo servicio. Me licenciaron al año por buena conducta y me dieron el Diploma de Honor del Ejército. Fue una experiencia que repetiría, porque nunca tuve problemas. Siempre había algún ganso, para qué negarlo, pero la verdad es que casi todos se portaron muy bien conmigo y, lo más importante, siempre me respetaron».
Jara antes del tratamiento (fotografía derecha).
«A los hombres les damos mucho miedo»
La relación de Jara con los hombres no ha sido fácil. Tras la muerte de su compañero, ha sido muy complicado para ella encontrar otra pareja porque «en las comparaciones, todos salían perdiendo pero, sobre todo, porque los hombres son, en general, cobardes. Les da miedo reconocer que se han enamorado de una mujer transexual, porque la sociedad está mal educada. Te lo confiesan en privado pero, ante los demás, son incapaces de asumir sus sentimientos». Ahora la suerte le sonríe y ha dado con una rara avis del género masculino. «Llevamos poco tiempo y está lejos, pero estoy muy ilusionada y espero formalizar esta relación algún día».
«Esta ley es todo»
La próxima aprobación de la Ley de Identidad de Género es la culminación de muchos años de lucha de los colectivos en los que se agrupan lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, para reivindicar sus derechos ante instituciones, partidos políticos y ante la sociedad en general.
Diana callero Chacón es la presidenta de Gamá, el colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Canarias y considera que éste es un paso importantísimo para lograr el objetivo final de ese lucha. «Esta nueva ley es una necesidad y, por puro sentido común, así lo han declarado las instituciones internacionales. Esta ley es todo para el colectivo de transexuales, porque teóricamente les coloca en igualdad jurídica y otorga unas herramientas jurídicas que les abren muchos caminos», indica. «El actual Gobierno se comprometió a sacarla adelante en su programa electoral. Ahora llega el momento de hacer una labor desde todas las instituciones para hacer ver a muchas personas que es absolutamente preciso que esta ley se apruebe».
flecos. La normativa da respuesta a una de las principales demandas de los colectivos, pero muchas otras que siguen esperando respuesta.
En concreto, y especialmente para los transexuales, Gamá lleva años reivindicando que la Sanidad pública se haga cargo de los tratamientos y operaciones de reasignación de sexo, «porque realmente estamos hablando de una cuestión de salud, tanto física, como psíquica y social. La Organización Mundial de la Salud así lo ha reconocido».
Este extremo ya está asumido en las comunidades autónomas de Andalucía y Extremadura. En Canarias aún queda camino por recorrer. «Hemos tratado de dialogar con la Consejería y, tal y como van las cosas, creo que ya ha llegado la hora de sentarse a hablar. Si lo que les preocupa es el dinero que emplearán en estos tratamientos, deben tener claro que la realidad transexual no es tan numerosa en Canarias como para que les suponga un gasto imposible de asumir», recalca Callero.
«Los transexuales viven una discriminación dramática y debemos poner las bases para que los jóvenes transexuales de hoy no sufran lo que se está padeciendo hoy».
Acciones. Diana Callero está muy satisfecha con la iniciativa del Gobierno, pero apunta que las instituciones deben poner en marcha acciones tendentes a hacer que la ley sea realmente sea eficaz.
Entre ellas, cita la promoción a la investigación científica relacionada con la transexualidad y realizar políticas activas para erradicar la discriminación a todos los niveles. A nivel educativo, se deberán tomar medidas de sensibilización, dando una visión abierta y clara a los niños y jóvenes de esta realidad. Y, en el campo jurídico, será preciso recoger la transfobia como un agravante de un delito y facilitar la protección a los transexuales de las agresiones.
Debate. El Congreso de los Diputados debatirá la iniciativa.
El tercer intento para reconocer un derecho
Debate. El Congreso de los Diputados debatirá la iniciativa.
España será el noveno país de la Unión Europea que tendrá una Ley de Identidad de Género, si sale adelante en las Cortes la iniciativa del Grupo Socialista que comenzará a tramitarse en el próximo período de sesiones que se abre en febrero. En el resto del mundo, EEUU, Suiza, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Turquía poseen ya legislaciones que facilitan el derecho legal de cambio sexo a cualquier ciudadano.
Esta será la tercera ocasión en que se presente este proyecto de ley, que no pudo prosperar en la anterior legislatura por distintos obstáculos, pese a que todos los grupos parlamentarios votaron su admisión a trámite.
Con el impulso de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y del ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, se acata la resolución del Parlamento Europeo sobre discriminación de los transexuales. Este mandato afirma que «la dignidad humana y el derecho al libre desarrollo de la personalidad debe abarcar el derecho a vivir de acuerdo con la propia identidad sexual» y solicita a los Estados miembros «que aprueben disposiciones sobre el derecho de los transexuales a un cambio de sexo y nombre», sin necesidad de acreditar una intervención quirúrgica de cambio de sexo.
La ley traslada a las competencias sanitarias de las Comunidades Autónomas la posibilidad o no de que la sanidad pública sufrague los cambios de sexo de sus afiliados. La petición de un cambio de sexo debe contar con un informe médico de un psiquiatra experto en temas de identidad de género que tras confirmar la transexualidad del paciente, recomienda la consulta a un especialista endocrino para medicación con hormonas. Es después de dos años con este tratamiento cuando normalmente la persona solicita la operación quirúrgica de cambio de sexo.
El proyecto del Gobierno se basa en los informes de la Cátedra de Transexualidad de la Universidad de Amsterdam según la cual una de cada 11.900 mujeres y uno de cada 30.400 hombres es transexual. En ese texto se afirma que, tras numerosas investigaciones neurológicas, se ha llegado a la conclusión de que el cerebro de una persona transexual femenina guarda gran parecido morfológico con el de una mujer. El Gobierno también maneja estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que al igual que hizo con la homosexualidad en los años setenta del pasado siglo, ha admitido ahora que la transexualidad «no es una enfermedad mental».
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Transformación. Jara (fotografía derecha) toma hormonas desde los 30 años.El jueves, en el parque de San Telmo.
Las Palmas de Gran Canaria
Jara aguantó más de 20 años la presión psicológica de tener una doble vida. Era Miguel Ángel durante la semana y Jara, los sábados y domingos. Por respeto a sus padres, que nunca han visto con buenos ojos la situación que vive su hija, no dio el paso para mostrarse como la mujer que realmente es hasta que cumplió la treintena.
Hoy es una persona realizada, que está «superorgullosa de la mujer que soy», aunque confiesa que en el camino ha perdido su mayor tesoro: sus padres.
«Aún tengo la esperanza de encontrarlos», asegura con tristeza. «De hecho, hace un par de años intenté acercarme a ellos, pero volvieron a repetirse las imposiciones: ¡Quítate esos pendientes! ¡No vengas maquillada! ¡ Cámbiate de ropa! Y por ese aro yo ya no paso más. Ya me he sentido despreciada y rechazada demasiadas veces por ser lo que soy».
niño afeminado. Jara nació en octubre de 1958 en Las Palmas de Gran Canaria, en el seno de una familia de clase media y de creencias muy arraigadas y estrictas. Fue el primer hijo del matrimonio, que llegó a tener otros tres más. Sus padres le llamaron Miguel Ángel.
Los recuerdos de su infancia son dulces. «Era el típico niño afeminado. Los Reyes Magos me traían pistolas y coches, pero yo me encerraba en el cuarto a jugar con las muñecas de mis hermanas. Para mí todo aquello era normal. Es cierto que, cuando lo pienso, me acuerdo de que se me iban los ojos detrás de mis compañeros de clase, pero no lo relacionaba con la atracción sexual. Era muy pequeño para pensar en esas cosas».
No fue hasta los 12 años cuando empezó a notar que le atraían los hombres como a cualquier mujer. «Salíamos en pandilla, pero yo siempre estaba con las chicas, contándonos qué chico nos gustaba. Ellas se daban cuenta de que Miguel Ángel era diferente, y siempre me apoyaron en todo».
El auténtico choque con la realidad le esperaba en su casa. «Mis padres se daban cuenta de que pasaba algo raro, pero nunca me decían nada. Hasta que en unos carnavales me vestí de mujer. Un amigo le enseñó una foto a mi padre y le dijo que le presentara a su hija. Ese día, mi padre me dio la primera y única paliza que he recibido de él».
Ese fue el punto de inflexión de la vida de Jara. A partir de ese momento tuvo que reprimirse, vivir prisionera en un cuerpo masculino, sin posibilidad de asomar su verdadera personalidad, hasta que cumplió los 18 años.
«Me puse a trabajar de auxiliar administrativo y alquilé un apartamento. De lunes a viernes hacía el paripé y los fines de semana vivía mi auténtica vida. Me mostraba como era para, el lunes, volver a lo mismo. Fue muy duro».
En esa época conoció al que fue el amor de su vida, con el que convivió durante nueve años, hasta su trágico fallecimiento. «Durante todo ese tiempo, mi pareja y yo manteníamos una buena relación con mis padres. Parece que ellos entendían mejor la homosexualidad que la transexualidad. Yo nunca les saqué de su error porque, eso sí, el tema nunca se tocaba en casa».
EL CAMBIO. A los 30 años decidió dar el paso. «No lo hice antes por miedo. Miedo a perderlo todo. Miedo a hacer daño a mis padres.... No sé. Me aterraba. Pero un día rompí con todo. Estaba harta de no poder ser yo. Fue la mejor decisión de mi vida y hoy me arrepiento de no haberlo hecho antes».
Aquella no era una época especialmente propicia al cambio. «Estaba sola. Mi pareja había muerto. Pasé una larga temporada perdida y estaba harta de caminar con la cabeza agachada y de ser el blanco de las burlas de los que no me respetaban como persona. Me lancé. Peor de lo que estaba, no iba a estar».
Con ese empuje y el apoyo de sus hermanos y de una amiga «transexual y liberada» inició el tratamiento hormonal que debe seguir de por vida. La posibilidad de operarse no se la plantea. «El sexo no está en los genitales. Yo soy una mujer transexual con genitales masculinos. Me considero una mujer completa. Sólo me faltan los papeles que reafirmen mi identidad burocráticamente. Y eso también lo voy a tener con la nueva ley ¿Es que se puede pedir más?».
la ley. La Ley de Identidad de Género que debatirá el Congreso de los Diputados el próximo mes permitirá a Jara modificar su DNI y cambiar, además de su nombre de pila, la fatídica V (Varón) por la deseada M (Mujer).
«Yo no voy a ser más mujer por tener un papel o no tenerlo, pero me ayudará a reafirmar mi identidad sexual ante la ley y ante los demás. Desde ese momento, seré mujer a todos los efectos jurídicos y abrirá muchas posibilidades en mi vida. Incluso podré casarme, si me apetece, como una más con el hombre al que quiero».
Gracias a ese cambio en su documentación, Jara pronto dejará de tener que dar explicaciones cuando le pidan su documentación para cuestiones tan cotidianas como pagar con una tarjeta de crédito en cualquier establecimiento o solicitar un certificado de residencia. «Nunca me he avergonzado de lo que soy y cuando me preguntan, contesto con educación, pero una termina harta de aclarar siempre lo mismo. Son detalles que te pueden llegar a amargar la vida».
Licenciada con honor
Fuera de su casa, Jara siempre ha hecho gala de su identidad sexual femenina siempre que ha podido. Podría decirse que incluso ha presumido de ella. Incluso cumplió con el servicio militar obligatorio con satisfacción.
«Recuerdo que cuando me nombraron, se montó el alboroto. Me vieron y se asombraron. Yo no tenía pecho ni el pelo largo, pero no había duda de que era una mujer. Me preguntaron si tenía algo que alegar y les dije que no. Que no era manca, ni coja, ni ciega. Así entré. En realidad, yo creo que fuimos nosotras las que empezamos a romper las barreras en el Ejército. Yo pasé una mili maravillosa. Era el escribiente del Teniente Coronel en el cuartel de Irún y estaba rebajada de todo servicio. Me licenciaron al año por buena conducta y me dieron el Diploma de Honor del Ejército. Fue una experiencia que repetiría, porque nunca tuve problemas. Siempre había algún ganso, para qué negarlo, pero la verdad es que casi todos se portaron muy bien conmigo y, lo más importante, siempre me respetaron».
Jara antes del tratamiento (fotografía derecha).
«A los hombres les damos mucho miedo»
La relación de Jara con los hombres no ha sido fácil. Tras la muerte de su compañero, ha sido muy complicado para ella encontrar otra pareja porque «en las comparaciones, todos salían perdiendo pero, sobre todo, porque los hombres son, en general, cobardes. Les da miedo reconocer que se han enamorado de una mujer transexual, porque la sociedad está mal educada. Te lo confiesan en privado pero, ante los demás, son incapaces de asumir sus sentimientos». Ahora la suerte le sonríe y ha dado con una rara avis del género masculino. «Llevamos poco tiempo y está lejos, pero estoy muy ilusionada y espero formalizar esta relación algún día».
«Esta ley es todo»
La próxima aprobación de la Ley de Identidad de Género es la culminación de muchos años de lucha de los colectivos en los que se agrupan lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, para reivindicar sus derechos ante instituciones, partidos políticos y ante la sociedad en general.
Diana callero Chacón es la presidenta de Gamá, el colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Canarias y considera que éste es un paso importantísimo para lograr el objetivo final de ese lucha. «Esta nueva ley es una necesidad y, por puro sentido común, así lo han declarado las instituciones internacionales. Esta ley es todo para el colectivo de transexuales, porque teóricamente les coloca en igualdad jurídica y otorga unas herramientas jurídicas que les abren muchos caminos», indica. «El actual Gobierno se comprometió a sacarla adelante en su programa electoral. Ahora llega el momento de hacer una labor desde todas las instituciones para hacer ver a muchas personas que es absolutamente preciso que esta ley se apruebe».
flecos. La normativa da respuesta a una de las principales demandas de los colectivos, pero muchas otras que siguen esperando respuesta.
En concreto, y especialmente para los transexuales, Gamá lleva años reivindicando que la Sanidad pública se haga cargo de los tratamientos y operaciones de reasignación de sexo, «porque realmente estamos hablando de una cuestión de salud, tanto física, como psíquica y social. La Organización Mundial de la Salud así lo ha reconocido».
Este extremo ya está asumido en las comunidades autónomas de Andalucía y Extremadura. En Canarias aún queda camino por recorrer. «Hemos tratado de dialogar con la Consejería y, tal y como van las cosas, creo que ya ha llegado la hora de sentarse a hablar. Si lo que les preocupa es el dinero que emplearán en estos tratamientos, deben tener claro que la realidad transexual no es tan numerosa en Canarias como para que les suponga un gasto imposible de asumir», recalca Callero.
«Los transexuales viven una discriminación dramática y debemos poner las bases para que los jóvenes transexuales de hoy no sufran lo que se está padeciendo hoy».
Acciones. Diana Callero está muy satisfecha con la iniciativa del Gobierno, pero apunta que las instituciones deben poner en marcha acciones tendentes a hacer que la ley sea realmente sea eficaz.
Entre ellas, cita la promoción a la investigación científica relacionada con la transexualidad y realizar políticas activas para erradicar la discriminación a todos los niveles. A nivel educativo, se deberán tomar medidas de sensibilización, dando una visión abierta y clara a los niños y jóvenes de esta realidad. Y, en el campo jurídico, será preciso recoger la transfobia como un agravante de un delito y facilitar la protección a los transexuales de las agresiones.
Debate. El Congreso de los Diputados debatirá la iniciativa.
El tercer intento para reconocer un derecho
Debate. El Congreso de los Diputados debatirá la iniciativa.
España será el noveno país de la Unión Europea que tendrá una Ley de Identidad de Género, si sale adelante en las Cortes la iniciativa del Grupo Socialista que comenzará a tramitarse en el próximo período de sesiones que se abre en febrero. En el resto del mundo, EEUU, Suiza, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Turquía poseen ya legislaciones que facilitan el derecho legal de cambio sexo a cualquier ciudadano.
Esta será la tercera ocasión en que se presente este proyecto de ley, que no pudo prosperar en la anterior legislatura por distintos obstáculos, pese a que todos los grupos parlamentarios votaron su admisión a trámite.
Con el impulso de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y del ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, se acata la resolución del Parlamento Europeo sobre discriminación de los transexuales. Este mandato afirma que «la dignidad humana y el derecho al libre desarrollo de la personalidad debe abarcar el derecho a vivir de acuerdo con la propia identidad sexual» y solicita a los Estados miembros «que aprueben disposiciones sobre el derecho de los transexuales a un cambio de sexo y nombre», sin necesidad de acreditar una intervención quirúrgica de cambio de sexo.
La ley traslada a las competencias sanitarias de las Comunidades Autónomas la posibilidad o no de que la sanidad pública sufrague los cambios de sexo de sus afiliados. La petición de un cambio de sexo debe contar con un informe médico de un psiquiatra experto en temas de identidad de género que tras confirmar la transexualidad del paciente, recomienda la consulta a un especialista endocrino para medicación con hormonas. Es después de dos años con este tratamiento cuando normalmente la persona solicita la operación quirúrgica de cambio de sexo.
El proyecto del Gobierno se basa en los informes de la Cátedra de Transexualidad de la Universidad de Amsterdam según la cual una de cada 11.900 mujeres y uno de cada 30.400 hombres es transexual. En ese texto se afirma que, tras numerosas investigaciones neurológicas, se ha llegado a la conclusión de que el cerebro de una persona transexual femenina guarda gran parecido morfológico con el de una mujer. El Gobierno también maneja estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que al igual que hizo con la homosexualidad en los años setenta del pasado siglo, ha admitido ahora que la transexualidad «no es una enfermedad mental».
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