Diario La Información (España)-.
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Artículo escrito por: Antonio Cuevas
Firman también este artículo: Josefina Cebrián. (secretaria asociación AFAS) y María Moreno (Solidaridad Internacional).
El Partido Socialista de Madrid (PSOE) ha decidido incluir en su lista para las elecciones autonómicas de mayo a Carla Antonelli. Es la primera vez que una transexual será diputada en la Asamblea de Madrid, es la primera vez que en España sucede algo así. Que Pedro Zerolo -dirigente gay de larga trayectoria-, sea concejal en el Ayuntamiento de Madrid y responsable de las relaciones de los socialistas con los movimientos sociales, fue asumido en su momento sin mayores dificultades, sólo provocó escándalo en algunas personas "más papistas que el papa", pero una transexual, aún hoy, desgraciadamente, provoca rechazo. En el canal Intereconomía, que representa el pensamiento "más puro" de la extrema derecha, el periodista Xavier Horcajo entre risas de sus compañeros de tertulia dijo refiriéndose a Antonelli que preferiría a "alguien con síndrome de Down o enfermo de sida" en la lista.
Otra información sobre la transexualidad muy diferente. En el diario "El País" entrevistan a Manolo Uvi, un líder de bandas punk, y entre otras cosas dice: "Tengo seis hermanos. Pues bien, uno de ellos, Luis, con 40 años y dos hijos, se acaba de hacer transexual. Como lo oyes. Claro, ahora le telefoneo y me obliga a llamarle Luisa. Y a mí me cuesta, porque tiene un vozarrón...".
"Mi nombre es Carla Antonelli, de profesión actriz, y soy una mujer transexual (como dirían en una reunión de alcohólicos anónimos), creo que nunca me recuperaré a Dios gracias. Quiero decir con esto que serlo no me causa problema psicológico de ninguna índole, sé perfectamente quién soy y cómo soy, vivo plenamente mi identidad sin trabas". Antonelli, pronto tendrán que decirle señoría, así lo establece el protocolo, fue la primera persona en España que solicitó el cambio de nombre y sexo en su DNI y espera que su inclusión en las lista socialista aporte "visibilidad" al colectivo LGTB, además de contribuir a la "normalización" de un colectivo que sufre un 70 por ciento de paro.
Hasta ahora los transexuales en España sólo (casi) se podían dedicar a la prostitución, en otros ámbitos, con la excepción de algunos oficios relacionados con el espectáculo, eran y son rechazados. El carné de identidad que pone nombre al género, iniciativa del Gobierno de Zapatero, significó un paso significativo. El rechazo a lo diferente, la homofobia, estimulan que estas personas sean consideradas como raras, "anti-naturales". La Ley de Identidad de Género, que les permite cambiar de nombre y sexo en el DNI aunque no se hayan sometido a operaciones quirúrgicas inquieta a personas que necesitan que existan sólo dos roles, y muy diferenciados, pues en ese contexto se sienten protegidos.
El líder de la oposición, Rajoy, del Partido Popular (líder muy mal valorado en todas las encuestas), al ser preguntado sobre si en el 2012 gana las elecciones generales derogaría la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, responde que esperará a lo que diga el Tribunal Constitucional al respecto: su partido recurrió la ley. En pocos años son tantas las parejas que se han casado (incluso muchos miembros de su partido), que Rajoy vacila. Este asunto ya no llama la atención. El año pasado, por otra parte, más personas se han casado por lo civil que por la Iglesia Católica, algo insólito en un país que hasta hace tres décadas era la "reserva de occidente".
Este proceso de normalización no significa que la homofobia, el machismo (son hermanos), hayan desaparecido. Basta recordar que el año pasado unas ochenta mujeres fueron asesinadas por sus parejas o sus exparejas, y que en el ámbito educativo resulta casi imposible hablar sobre la homosexualidad, el lesbianismo y menos aún sobre el transexualismo. Los obispos católicos viven en misión permanente y no les faltan razones. Cada vez menos niñas y niños en la escuela pública cursan religión católica. Menos del 30 por ciento de la población asiste a misa con frecuencia. Estos obispos, que tuvieron el monopolio de la fe, del pecado, del cielo, durante cinco siglos, se niegan a asumir que la sociedad en su conjunto haya cambiado, que un porcentaje importante de la población no sea creyente, y que ya no disfrutan del monopolio de Dios.
En España viven un millón de musulmanes aproximadamente, miles de protestantes, evangélicos, cristianos ortodoxos, judíos (muchos argentinos), budistas... Esta Iglesia, que vivió de cruzada en cruzada, la última en 1939, se siente expulsada de "su" país, y es cierto.