(Agencias)-.
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Noorie personifica la discriminación y estigma que marca a los portadores del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en todo el mundo. La persecución que Bill Clinton y Bill Gates han denunciado perpetúa el sida.
Con su sari naranja y su larga cabellera negra, Noorie es una más de los miles de delegados que deambulan desde el 13 de agosto por el Centro de Convenciones de Toronto, participando en la mayor cumbre mundial sobre el sida.
Algunos son científicos, otros funcionarios o trabajadores de organizaciones no gubernamentales. Hay activistas, políticos y representantes de farmacéuticas. Y portadores del virus.
Pero Noorie resume en su cuerpo la problemática social del VIH/sida en los países en desarrollo.
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Noorie personifica la discriminación y estigma que marca a los portadores del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en todo el mundo. La persecución que Bill Clinton y Bill Gates han denunciado perpetúa el sida.
Con su sari naranja y su larga cabellera negra, Noorie es una más de los miles de delegados que deambulan desde el 13 de agosto por el Centro de Convenciones de Toronto, participando en la mayor cumbre mundial sobre el sida.
Algunos son científicos, otros funcionarios o trabajadores de organizaciones no gubernamentales. Hay activistas, políticos y representantes de farmacéuticas. Y portadores del virus.
Pero Noorie resume en su cuerpo la problemática social del VIH/sida en los países en desarrollo.
Noorie es una mujer transexual, una mujer nacida en el cuerpo de un hombre, portadora del VIH en un país donde la homosexualidad y el sida provocan ostracismo y persecución.
'A los 8 años, mi familia y yo misma, empezamos a observar cambios en mi comportamiento' explica Noorie.
Dos años más tarde, su familia no tuvo más remedio que reconocer la realidad.
'Se enfadaron conmigo, me preguntaban porqué me comportaba como un niña. Mi madre no dejaba de llorar. En algún momento parecieron dispuestos a aceptar que su hijo era una niña, pero los vecinos, la comunidad, presionaban. Era una tortura', continúa Noorie.
A los 13 años tuvo que dejar su hogar, echarse a la calle, malviviendo de la prostitución. 'No había otra opción, es el destino de nuestra gente'.
Para Noorie, la discriminación le empujó al abismo en el que sólo encontró el VIH.
En 1987, una año después de que se detectase el primer caso de VIH en el país, Noorie descubrió que portaba el virus de la inmunodeficiencia humana.
Si su vida hasta entonces había sido la de una paria, la situación empeoró tras el diagnóstico.
Mientras el ex presidente estadounidense Bill Clinton, el multimillonario Bill Gates y la gobernadora general de Canadá hablaban en la cumbre del sida de la discriminación y estigma que marcan a los portadores del VIH, Noorie se encontraba a poca distancia.
Clinton solicitaba un 'agresivo esfuerzo contra el estigma', Gates denunciaba la discriminación y Michaelle Jean, la gobernadora general de Canadá nacida en Haití, se refería al estigma.
'El sida no conoce fronteras ni tiene ningún respeto por nuestros prejuicios o la forma en que excluimos y abandonamos los unos a los otros. ¿No es eso suficiente razón para poner esos prejuicios a descansar y unirnos para luchar esta amenaza universal' dijo Jean.
Las palabras de Jean, Gates y Clinton parecen sacadas del libro de la vida de Noorie.
Tras tocar fondo, en 1992 Noorie empezó a trabajar en organizaciones no gubernamentales como trabajadora social, atendiendo a prostitutas, transexuales, homosexuales, portadores del virus. Todo aquel que era rechazado por la sociedad india.
Pero descontenta con la forma en que las ONG 'no se implicaban con los más necesitados', en el 2001 inició su propia organización, SIP+ (South India Positive Network, Red Positiva de India del Sur) de asistencia.
Ahora SIP+ presta servicios a casi 2.000 seropositivos, 'sin importar si son homosexuales, transexuales o heterosexuales'.
Desde 1987 hasta hoy Noorie reconoce cambios, sobre todo en el acceso a medicamentos para los portadores del VIH y los enfermos del sida, ahora mucho más fáciles de conseguir.
Pero lo que permanece es la discriminación y estigma.
'Mi problema como transexual es acceder a los servicios sanitarios. Hay un sentimiento general que todos los transexuales son VIH positivo', dice Noorie.
'Y los doctores no tienen instalaciones para el tratamiento por lo que muchos tienen el miedo a la transmisión de la enfermedad y rechazar atendernos'.
'A los 8 años, mi familia y yo misma, empezamos a observar cambios en mi comportamiento' explica Noorie.
Dos años más tarde, su familia no tuvo más remedio que reconocer la realidad.
'Se enfadaron conmigo, me preguntaban porqué me comportaba como un niña. Mi madre no dejaba de llorar. En algún momento parecieron dispuestos a aceptar que su hijo era una niña, pero los vecinos, la comunidad, presionaban. Era una tortura', continúa Noorie.
A los 13 años tuvo que dejar su hogar, echarse a la calle, malviviendo de la prostitución. 'No había otra opción, es el destino de nuestra gente'.
Para Noorie, la discriminación le empujó al abismo en el que sólo encontró el VIH.
En 1987, una año después de que se detectase el primer caso de VIH en el país, Noorie descubrió que portaba el virus de la inmunodeficiencia humana.
Si su vida hasta entonces había sido la de una paria, la situación empeoró tras el diagnóstico.
Mientras el ex presidente estadounidense Bill Clinton, el multimillonario Bill Gates y la gobernadora general de Canadá hablaban en la cumbre del sida de la discriminación y estigma que marcan a los portadores del VIH, Noorie se encontraba a poca distancia.
Clinton solicitaba un 'agresivo esfuerzo contra el estigma', Gates denunciaba la discriminación y Michaelle Jean, la gobernadora general de Canadá nacida en Haití, se refería al estigma.
'El sida no conoce fronteras ni tiene ningún respeto por nuestros prejuicios o la forma en que excluimos y abandonamos los unos a los otros. ¿No es eso suficiente razón para poner esos prejuicios a descansar y unirnos para luchar esta amenaza universal' dijo Jean.
Las palabras de Jean, Gates y Clinton parecen sacadas del libro de la vida de Noorie.
Tras tocar fondo, en 1992 Noorie empezó a trabajar en organizaciones no gubernamentales como trabajadora social, atendiendo a prostitutas, transexuales, homosexuales, portadores del virus. Todo aquel que era rechazado por la sociedad india.
Pero descontenta con la forma en que las ONG 'no se implicaban con los más necesitados', en el 2001 inició su propia organización, SIP+ (South India Positive Network, Red Positiva de India del Sur) de asistencia.
Ahora SIP+ presta servicios a casi 2.000 seropositivos, 'sin importar si son homosexuales, transexuales o heterosexuales'.
Desde 1987 hasta hoy Noorie reconoce cambios, sobre todo en el acceso a medicamentos para los portadores del VIH y los enfermos del sida, ahora mucho más fáciles de conseguir.
Pero lo que permanece es la discriminación y estigma.
'Mi problema como transexual es acceder a los servicios sanitarios. Hay un sentimiento general que todos los transexuales son VIH positivo', dice Noorie.
'Y los doctores no tienen instalaciones para el tratamiento por lo que muchos tienen el miedo a la transmisión de la enfermedad y rechazar atendernos'.