La Gaceta-. (Tucumán)
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- Otra chica "trans" tucumana quiere cambiar su nombre en el DNI, pero no está dispuesta a operarse. Tania sueña con conseguir respeto. Un crudo testimonio.
Para Tania, el respeto tiene nombre de mujer. Con movimientos delicados, mueve las manos de dedos finos y uñas cuidadas, se acomoda el pelo lacio, de peluquería, aletea las pestañas como con desgano. Si cada movimiento parece estudiado es porque ha tenido que construir su feminidad. Ahora que ha encontrado el punto justo, le gusta lucirla.
Nació hace 29 años, en La Reducción, departamento de Lules, y fue inscripta en el Registro Civil como varón. De cómo la llamaron no quiere ni acordarse. Siente que cuando tenga en su Documento Nacional de Identidad (DNI) el nombre que eligió para su nueva vida estará, finalmente, completa.
Tania será una de las primeras travestis tucumanas en pedir ante la Justicia que en su documento figure su nombre de mujer y no aquel otro, ese que no la identifica. Sabe que el nombre es nada más que la punta del iceberg, la puerta que puede empezar a abrirse para combatir la discriminación y avanzar hacia aquello que la obsesiona: respeto.
“Estoy conforme con lo que logré. Sobre todo, porque conseguí respeto. Fue difícil, pero ahora con mi familia las cosas están bien, han aceptado quién soy”, cuenta.
No siempre fue así. Con cinco hermanos de sangre y una hermana de crianza, en una comunidad pequeña del interior, sabe que no es poco haber conseguido aceptación, amigos e independencia económica. Dueña de una peluquería que maneja a su gusto, con una clientela que le es fiel y respetuosa, con el proyecto de hacer valer su derecho de tener, finalmente, su nombre en el DNI.
“Que una persona como yo tenga una vida normal, un negocio, amigos, una familia, no se ve todos los días. Veo muchas otras chicas como yo que luchan todo el tiempo con el prejuicio. Tengo una buena relación con mi madre, aunque con mi padre las cosas siguen siendo difíciles. No le guardo rencor, entiendo que debe ser muy duro para él”.
La palabra prejuicio vuelve una y otra vez en su relato. “Lo veo en la gente que no me conoce, por la forma en que me miran”, se ríe como disculpándolos. “Creen que somos gente de la noche, que se tiene que dedicar a la prostitución o a las drogas”, y agrega que ella también tuvo sus prevenciones contra las travestis. “Nos educan diciendo que somos algo malo o ridículo. Escucho en la tele que utilizan palabras denigrantes para referirse a las travesti, como si fuera un insulto”.
Tania augura, sin embargo, que el estigma va a ir cediendo: “Muchas chicas tienen hoy una vida de trabajo, de familia y de diversión, como cualquier otra persona”.
El proceso de “transformación”, como ella lo llama, empezó como un juego. “Una noche, con un grupo de amigas, decidimos vestirnos de mujer para ver cómo quedábamos y para mí fue una revelación. Nunca había experimentado algo así. Y nunca más lo dejé. Descubrí que eso era yo y que tenía que luchar para conseguir lo que esa noche sentí”, relata.
“Creo que mis padres se dieron cuenta antes que yo, lo vieron desde que era chica. En la adolescencia yo me daba cuenta de que era distinta, pero empecé a hacer modificaciones en mi cuerpo a partir de los 20 –relata-. A esa edad comencé con las hormonas y las cirugías. Me parecía lo indicado que la gente de mi entorno fuera viendo el cambio de a poco, y no de golpe. Hoy puedo decir que estoy contenta”.
La relación con su familia tuvo altos y bajos y fue, como en casi todas las familias, una lucha. Nunca se alejó de su casa y es allí donde tiene su negocio. “Decidí no ocultarles nada y a veces eso fue difícil. Con una de mis hermanas tengo muy buen feeling, pero otra de ellas no entiende. Calculo que debe ser difícil tener una hermana distinta, soportar la burla o la desconfianza. Pero qué puedo hacer, soy así”.
Tania relata que decidió empezar a tratarse con hormonas por cuenta propia, con el consejo de una amiga que ya lo había hecho. “Los médicos se niegan a tratar el tema. Una endocrinóloga me dijo que no tienen autorización para hacer tratamientos hormonales ni estéticos, hay chicas que hicieron un juicio para el cambio de sexo, les salió la sentencia, pero aún así no las quieren operar”.
- ¿Cuándo comenzaste a ser Tania?
- Empecé a ser Tania cuando empecé con los cambios físicos. Me parecía que era lo correcto llevar una identidad femenina si ya tenía un aspecto femenino.
- ¿Cómo empezaste a pensar en la necesidad de cambiar tu nombre en el DNI?
- Siempre sentí que había una agresión en mi nombre original. Hay gente que lo usa como un insulto. Por ejemplo, cuando iba al médico y usaba mi obra social, en la que figuran mis datos originales, siempre había quien los usaba en voz alta para hacerme pasar un mal momento.
- ¿Cuál era la sensación en esos momentos?
- Me sentía muy incómoda, es una invasión a mi intimidad. Claro que eso no sucedía cuando pagaba la consulta como particular. En ese caso, nunca me pasó que me cuestionen.
- ¿En todos los lugares públicos es así?
- Algunos tienen un sistema más amable. En los últimos tiempos noto un cambio en el trato. El problema es que a esta altura muchas chicas están resignadas y ya no tienen ganas de reclamar.
- ¿Cómo fueron tus años en la escuela?
- Empecé la primaria en la escuela Colombres, del Ingenio Viejo, en La Reducción, pero terminé en la escuela de La Reducción, frente a mi casa. No quise hacer la secundaria porque temía enfrentar la burla de mis compañeros.
- ¿Tenías miedo a la discriminación?
- Iba a ser una tortura permanente. Imaginate, todos los días, cuando los profesores pasan lista, que me llamen por un nombre que no es el mío. No sé si fue una buena decisión, quizás debería haber seguido estudiando. Pero no me arrepiento, perdí educación, pero me ahorré miles de malos momentos.
- No querés ni oír hablar de tu nombre anterior.
- Claro. Me trae malos recuerdos y, sobre todo, no es mi verdadero nombre. Además, me parece que jugar con eso del nombre anterior es incrementar la cultura de la burla.
- ¿Por eso viste la necesidad de pedir el cambio en el DNI?
- Si, empecé preguntando. Primero a gente conocida, para averiguar si era posible. Con una amiga nos contactamos con un chico que trabaja en el Registro Civil y él nos explicó que para cambiarse el nombre hay que hacer un juicio. Si lo ganás, te podés cambiar el nombre, pero lleva tiempo. Al mismo tiempo empecé a averiguar en la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) por la operación de cambio de sexo.
- ¿Habías pensado en operarte?
- Hace un tiempo sí quería, me parecía que eso me iba a hacer sentir completa como mujer. Creía que por operarme un hombre me iba a valorar como mujer. Después de mucho pensarlo, me di cuenta de que sería una mutilación. Es una operación con muchos riesgos y se pierde sensibilidad. [*1 sic]
- ¿Cómo tomaste la decisión?
- Pensé “a quien quiero engañar”. Si un hombre me quiere, me tiene que aceptar como soy. Así que empecé por quererme a mí misma, a vivir como me gusta, sin buscar desesperadamente a alguien que me valore. Por fin estoy como quiero, me veo linda y no necesito a alguien a mi lado para sentirme feliz.
- ¿Qué carrera te hubiese gustado seguir si hubieses seguido estudiando?
- Trato de no lamentarme por lo que no hice, pero ahora que lo pienso, creo que me hubiese gustado seguir Medicina para especializarme en cirugía plástica y así ayudar a más chicas como yo. Me gusta la idea de cambiar la vida de alguien.
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- Otra chica "trans" tucumana quiere cambiar su nombre en el DNI, pero no está dispuesta a operarse. Tania sueña con conseguir respeto. Un crudo testimonio.
Para Tania, el respeto tiene nombre de mujer. Con movimientos delicados, mueve las manos de dedos finos y uñas cuidadas, se acomoda el pelo lacio, de peluquería, aletea las pestañas como con desgano. Si cada movimiento parece estudiado es porque ha tenido que construir su feminidad. Ahora que ha encontrado el punto justo, le gusta lucirla.
Nació hace 29 años, en La Reducción, departamento de Lules, y fue inscripta en el Registro Civil como varón. De cómo la llamaron no quiere ni acordarse. Siente que cuando tenga en su Documento Nacional de Identidad (DNI) el nombre que eligió para su nueva vida estará, finalmente, completa.
Tania será una de las primeras travestis tucumanas en pedir ante la Justicia que en su documento figure su nombre de mujer y no aquel otro, ese que no la identifica. Sabe que el nombre es nada más que la punta del iceberg, la puerta que puede empezar a abrirse para combatir la discriminación y avanzar hacia aquello que la obsesiona: respeto.
“Estoy conforme con lo que logré. Sobre todo, porque conseguí respeto. Fue difícil, pero ahora con mi familia las cosas están bien, han aceptado quién soy”, cuenta.
No siempre fue así. Con cinco hermanos de sangre y una hermana de crianza, en una comunidad pequeña del interior, sabe que no es poco haber conseguido aceptación, amigos e independencia económica. Dueña de una peluquería que maneja a su gusto, con una clientela que le es fiel y respetuosa, con el proyecto de hacer valer su derecho de tener, finalmente, su nombre en el DNI.
“Que una persona como yo tenga una vida normal, un negocio, amigos, una familia, no se ve todos los días. Veo muchas otras chicas como yo que luchan todo el tiempo con el prejuicio. Tengo una buena relación con mi madre, aunque con mi padre las cosas siguen siendo difíciles. No le guardo rencor, entiendo que debe ser muy duro para él”.
La palabra prejuicio vuelve una y otra vez en su relato. “Lo veo en la gente que no me conoce, por la forma en que me miran”, se ríe como disculpándolos. “Creen que somos gente de la noche, que se tiene que dedicar a la prostitución o a las drogas”, y agrega que ella también tuvo sus prevenciones contra las travestis. “Nos educan diciendo que somos algo malo o ridículo. Escucho en la tele que utilizan palabras denigrantes para referirse a las travesti, como si fuera un insulto”.
Tania augura, sin embargo, que el estigma va a ir cediendo: “Muchas chicas tienen hoy una vida de trabajo, de familia y de diversión, como cualquier otra persona”.
El proceso de “transformación”, como ella lo llama, empezó como un juego. “Una noche, con un grupo de amigas, decidimos vestirnos de mujer para ver cómo quedábamos y para mí fue una revelación. Nunca había experimentado algo así. Y nunca más lo dejé. Descubrí que eso era yo y que tenía que luchar para conseguir lo que esa noche sentí”, relata.
“Creo que mis padres se dieron cuenta antes que yo, lo vieron desde que era chica. En la adolescencia yo me daba cuenta de que era distinta, pero empecé a hacer modificaciones en mi cuerpo a partir de los 20 –relata-. A esa edad comencé con las hormonas y las cirugías. Me parecía lo indicado que la gente de mi entorno fuera viendo el cambio de a poco, y no de golpe. Hoy puedo decir que estoy contenta”.
La relación con su familia tuvo altos y bajos y fue, como en casi todas las familias, una lucha. Nunca se alejó de su casa y es allí donde tiene su negocio. “Decidí no ocultarles nada y a veces eso fue difícil. Con una de mis hermanas tengo muy buen feeling, pero otra de ellas no entiende. Calculo que debe ser difícil tener una hermana distinta, soportar la burla o la desconfianza. Pero qué puedo hacer, soy así”.
Tania relata que decidió empezar a tratarse con hormonas por cuenta propia, con el consejo de una amiga que ya lo había hecho. “Los médicos se niegan a tratar el tema. Una endocrinóloga me dijo que no tienen autorización para hacer tratamientos hormonales ni estéticos, hay chicas que hicieron un juicio para el cambio de sexo, les salió la sentencia, pero aún así no las quieren operar”.
- ¿Cuándo comenzaste a ser Tania?
- Empecé a ser Tania cuando empecé con los cambios físicos. Me parecía que era lo correcto llevar una identidad femenina si ya tenía un aspecto femenino.
- ¿Cómo empezaste a pensar en la necesidad de cambiar tu nombre en el DNI?
- Siempre sentí que había una agresión en mi nombre original. Hay gente que lo usa como un insulto. Por ejemplo, cuando iba al médico y usaba mi obra social, en la que figuran mis datos originales, siempre había quien los usaba en voz alta para hacerme pasar un mal momento.
- ¿Cuál era la sensación en esos momentos?
- Me sentía muy incómoda, es una invasión a mi intimidad. Claro que eso no sucedía cuando pagaba la consulta como particular. En ese caso, nunca me pasó que me cuestionen.
- ¿En todos los lugares públicos es así?
- Algunos tienen un sistema más amable. En los últimos tiempos noto un cambio en el trato. El problema es que a esta altura muchas chicas están resignadas y ya no tienen ganas de reclamar.
- ¿Cómo fueron tus años en la escuela?
- Empecé la primaria en la escuela Colombres, del Ingenio Viejo, en La Reducción, pero terminé en la escuela de La Reducción, frente a mi casa. No quise hacer la secundaria porque temía enfrentar la burla de mis compañeros.
- ¿Tenías miedo a la discriminación?
- Iba a ser una tortura permanente. Imaginate, todos los días, cuando los profesores pasan lista, que me llamen por un nombre que no es el mío. No sé si fue una buena decisión, quizás debería haber seguido estudiando. Pero no me arrepiento, perdí educación, pero me ahorré miles de malos momentos.
- No querés ni oír hablar de tu nombre anterior.
- Claro. Me trae malos recuerdos y, sobre todo, no es mi verdadero nombre. Además, me parece que jugar con eso del nombre anterior es incrementar la cultura de la burla.
- ¿Por eso viste la necesidad de pedir el cambio en el DNI?
- Si, empecé preguntando. Primero a gente conocida, para averiguar si era posible. Con una amiga nos contactamos con un chico que trabaja en el Registro Civil y él nos explicó que para cambiarse el nombre hay que hacer un juicio. Si lo ganás, te podés cambiar el nombre, pero lleva tiempo. Al mismo tiempo empecé a averiguar en la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) por la operación de cambio de sexo.
- ¿Habías pensado en operarte?
- Hace un tiempo sí quería, me parecía que eso me iba a hacer sentir completa como mujer. Creía que por operarme un hombre me iba a valorar como mujer. Después de mucho pensarlo, me di cuenta de que sería una mutilación. Es una operación con muchos riesgos y se pierde sensibilidad. [*1 sic]
- ¿Cómo tomaste la decisión?
- Pensé “a quien quiero engañar”. Si un hombre me quiere, me tiene que aceptar como soy. Así que empecé por quererme a mí misma, a vivir como me gusta, sin buscar desesperadamente a alguien que me valore. Por fin estoy como quiero, me veo linda y no necesito a alguien a mi lado para sentirme feliz.
- ¿Qué carrera te hubiese gustado seguir si hubieses seguido estudiando?
- Trato de no lamentarme por lo que no hice, pero ahora que lo pienso, creo que me hubiese gustado seguir Medicina para especializarme en cirugía plástica y así ayudar a más chicas como yo. Me gusta la idea de cambiar la vida de alguien.
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