Fuente: Terra Magazine
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Por: Milton Hatoum escritor, autor de las novelas Dois Irmãos, Relato de um Certo Oriente y Cinzas do Norte.
Causó escándalo la noticia de que Ronaldo, el Fenómeno, se estuviera divirtiendo con tres travestis.
"¿No le bastaba con uno solo?" -me preguntó un amigo moralista.
"No sé" -le contesté- "¿por qué no cuatro, o cinco? La piel, la carne, el deseo y la plata son del Fenómeno, no tuyas ni mías".
Un reportaje del New York Times atribuyó la reacción del público a un hecho supuestamente machista: en el país de la tolerancia sexual, un jugador de fútbol tiene que mostrar virilidad fuera de la cancha y en la vida. Bueno, no sé si esto será verdad. Tal vez. Al menos fuera del campo de juego. Pero adentro, cuando la pelota se encaja en la red, la virilidad y el machismo se esfuma. A veces, el autor de un gol decisivo es más abrazado y besado que una mujer en su luna de miel. Hace poco tiempo, cuando fui a ver el partido entre Flamengo y Botafogo, una amiga solitaria suspiró:
"Ah, cómo me gustaría ser Obina."
Se refería a los abrazos y otros manotazos carnales que el flamenguista recibió de sus compañeros cuando marcó el gol que le valió el título a su equipo.
No dudo que once jugadores de un equipo sean viriles. Es decir, no lo dudo mucho. Pero de que la virilidad en el momento de festejar un gol sea relativa, no tengo dudas. El asunto de Ronaldo y las travestis es totalmente personal. Y si están extorsionando al Fenómeno, también es su problema. Hago votos para que se recupere de la lesión en la rodilla y que juegue en el Flamengo, que es mi equipo desde que tenía cinco años.
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Por: Milton Hatoum escritor, autor de las novelas Dois Irmãos, Relato de um Certo Oriente y Cinzas do Norte.
Causó escándalo la noticia de que Ronaldo, el Fenómeno, se estuviera divirtiendo con tres travestis.
"¿No le bastaba con uno solo?" -me preguntó un amigo moralista.
"No sé" -le contesté- "¿por qué no cuatro, o cinco? La piel, la carne, el deseo y la plata son del Fenómeno, no tuyas ni mías".
Un reportaje del New York Times atribuyó la reacción del público a un hecho supuestamente machista: en el país de la tolerancia sexual, un jugador de fútbol tiene que mostrar virilidad fuera de la cancha y en la vida. Bueno, no sé si esto será verdad. Tal vez. Al menos fuera del campo de juego. Pero adentro, cuando la pelota se encaja en la red, la virilidad y el machismo se esfuma. A veces, el autor de un gol decisivo es más abrazado y besado que una mujer en su luna de miel. Hace poco tiempo, cuando fui a ver el partido entre Flamengo y Botafogo, una amiga solitaria suspiró:
"Ah, cómo me gustaría ser Obina."
Se refería a los abrazos y otros manotazos carnales que el flamenguista recibió de sus compañeros cuando marcó el gol que le valió el título a su equipo.
No dudo que once jugadores de un equipo sean viriles. Es decir, no lo dudo mucho. Pero de que la virilidad en el momento de festejar un gol sea relativa, no tengo dudas. El asunto de Ronaldo y las travestis es totalmente personal. Y si están extorsionando al Fenómeno, también es su problema. Hago votos para que se recupere de la lesión en la rodilla y que juegue en el Flamengo, que es mi equipo desde que tenía cinco años.
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