Fuente: OpusGay (Chile)-.
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En el siguiente artículo se abordan con especial conocimiento e inteligente argumentación las violaciones a los derechos humanos que han sido responsabilidad de la Iglesia Católica, muchas de las cuales han cambiado con el tiempo su ropaje, pero no su intencionalidad.
Por Jaime Vieyra- Poseck(*1)
Por primera vez en la historia de las religiones un pastor de la Iglesia Protestante sueca fue condenado por discriminar a los homosexuales en una de sus prédicas. Obtuvo un mes de cárcel. Su delito: decir que la homosexualidad era "un cáncer en el cuerpo de la sociedad". Estas prédicas son comunes y pan de cada día en el mundo entero, de todas las religiones. Lo inédito en este caso, es que en Suecia se aplicó la nueva ley que prohíbe la discriminación contra cualquier grupo social, ya sea por raza, nacionalidad, y, también y ésta es la novedad, por orientación sexual, y aquí entran los homo-bi y transexuales.
Esta sentencia sienta un precedente único en la historia de la civilización occidental: la libertad religiosa no otorga el derecho a discriminar a ningún grupo social, incluyendo a los homo-bi y transexuales. Con los años, los representantes de todas las Iglesias tendrán que hacer un mea culpa público por estos atropellos que, felizmente, están siendo ya sancionados.
Ahora bien, si hacemos un poco de historia, comprobamos que las Iglesias tienen un talento sobrecogedor para poner en escena sus mea culpa. La Iglesia Católica es la más productiva en este ámbito. Uno de sus últimos celebrados mea culpa, fue el que tiene relación con el holocausto judío, "obra" del nazi- fascismo, donde se asesinaron también a miles de homosexuales. Pedía perdón por no haber hecho lo suficiente para impedir y combatir ese terrible genocidio, teniendo conocimiento al detalle de él. Otro mea culpa tiene que ver con el Tribunal Eclesiástico que castigaba los delitos contra la fe católica, la Inquisición, uno de los aparatos represivos más inhumanos de la historia y de la que la Iglesia Católica fue su creador y apologista principal durante siglos. Tuvieron que pasar más de doscientos años para que la hiperlentísima burocracia vaticana se diera los tres golpes en el pecho por haber institucionalizado el crimen.
Pero la aportación a lo impredecible no se agota en sus mea culpa: una de sus puestas en escena más insólitas para anunciar sus reformas dejaron a la comunidad internacional, literalmente, sumida en un estado de anonadamiento general. Y es que de un día para otro, Dios dejó de ser hombre. Y se transformó en un ente ni femenino ni masculino. Con esto la Iglesia Católica ha tenido un gesto infrecuente, por lo valiente, al eliminar el género sexual de Dios, teniendo en cuenta su agudo y endiablado androcentrismo, y el uso indiscriminado de la figura de Dios macho como el símbolo más representativo del patriarcado más opresor y discriminatorio, convirtiendo esta religión en una institución homo social por el rechazo visceral que le provoca la cohabitación con lo femenino (se han excomulgado a mujeres ordenadas sacerdotes por el mismísimo Papa), y el horror y terror obsesivos que le produce la homosexualidad (paradójicamente tan común entre sus filas). Pero aún hay más. Su gusto por el desasimiento y el despropósito no se consume en sus mea culpa y en los cambios que implementa, sino que se extiende a la gestión de la curia que, como sabemos, es el gobierno de la Iglesia Católica; un gobierno de facto y totalitario incrustado como un filudo cuchillo en la posmodernidad democrática. La gestión de la curia pareciera estar abandonada de la mano de Dios.
En efecto, la forma equívoca y equivocada de administrar la crisis de credibilidad en que está sumido este dogma religioso por el escándalo de los miles de sacerdotes pedófilos, tanto homo como heterosexuales, no termina de multiplicarse por el mundo. Nada más contrario a la justicia laica la resolución de exculpar a los sacerdotes pedófilos que "sólo" han abusado sexualmente de niños/as "una sola vez".
El argumento que utilizan para justificar esta sinrazón, que ruboriza, es que son juzgados por la "justicia divina". Esta forma de administrar la crisis es más propia de una secta que de una gran religión. Frente a un panorama tan excesivo, las preguntas surgen espontáneas: ¿Cuántos siglos le costará al dogma católico entender que nadie, y tampoco ella, posee el monopolio de la moral; y que como Iglesia separada del Estado no puede actuar sobre los que no son sus miembros, y tampoco usar su poder de facto para imponer a los Estados democráticos sus dogmas?
En sus últimos Compendios de la Doctrina Social de la Iglesia, continúa oponiéndose al condón, a la homosexualidad y al aborto -sin condenar explícitamente la pena de muerte-; plantea, además, que la familia es la unión sacramental sólo entre un hombre y una mujer, desconociendo que la institución familiar durante el siglo XX ha tenido cambios importantes y es plurifacética; expone, también, que las "parejas de hecho" no crean auténticas familias, despreciando a millones de parejas; y, por último, decide que la pareja homosexual supone "una incongruencia inaceptable", que "los individuos homosexuales deben ser respetados" pero deben al mismo tiempo ser animados a seguir el plan divino "con un empeño especial a la castidad", lo cual no significa "legitimar su comportamiento".¿Podemos continuar aceptando estos postulados que discriminan, explícitamente, a vastos grupos sociales de nuestra sociedad, especialmente a los homosexuales y a las mujeres? Lamentablemente, todo puede esperarse en una institución como la Iglesia Católica. Y ya estamos preparados para sus extemporaneidades.
La sentencia judicial en Suecia al pastor a un mes de cárcel por haber discriminado a los homosexuales en su prédica, es la respuesta civilizada a esta, muchas veces, feroz ideología maquiavélica por parte de la curia, la Iglesia católica oficial, que se ha sentido siempre con el derecho, a priori, de hacer y deshacer en todos los ámbitos de la sociedad. El año 2004, que fue cuando se produjo la condena al pastor sueco, se recordará en la historia de las religiones, de la democracia y del progreso de los derechos civiles, por esta sentencia: Las iglesias ya no podrán excluirse en el cumplimiento de la ley que penaliza la discriminación por orientación sexual. Enhorabuena.
Nota: La defensa apeló y el Tribunal de Segunda Instancia absolvió al pastor, lo que es un dato sin mayor importancia, ya que lo que importa es la ley que sanciona la discriminación por orientación sexual. Después de ser absuelto se produjo un debate que condujo a la revisión de la ley para hacerla más efectiva.
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(*1)Licenciado en Ciencias Sociales, con mención en Antropología Social y Ciencias Pedagógicas, Máster en Estudios de Género y Cultura en América Latina; Postítulo en Periodismo Científico (Antropología Social y de Género), por la Universidad de Estocolmo. Su correo electrónico es poseck@hotmail.com
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En el siguiente artículo se abordan con especial conocimiento e inteligente argumentación las violaciones a los derechos humanos que han sido responsabilidad de la Iglesia Católica, muchas de las cuales han cambiado con el tiempo su ropaje, pero no su intencionalidad.
Por Jaime Vieyra- Poseck(*1)
Por primera vez en la historia de las religiones un pastor de la Iglesia Protestante sueca fue condenado por discriminar a los homosexuales en una de sus prédicas. Obtuvo un mes de cárcel. Su delito: decir que la homosexualidad era "un cáncer en el cuerpo de la sociedad". Estas prédicas son comunes y pan de cada día en el mundo entero, de todas las religiones. Lo inédito en este caso, es que en Suecia se aplicó la nueva ley que prohíbe la discriminación contra cualquier grupo social, ya sea por raza, nacionalidad, y, también y ésta es la novedad, por orientación sexual, y aquí entran los homo-bi y transexuales.
Esta sentencia sienta un precedente único en la historia de la civilización occidental: la libertad religiosa no otorga el derecho a discriminar a ningún grupo social, incluyendo a los homo-bi y transexuales. Con los años, los representantes de todas las Iglesias tendrán que hacer un mea culpa público por estos atropellos que, felizmente, están siendo ya sancionados.
Ahora bien, si hacemos un poco de historia, comprobamos que las Iglesias tienen un talento sobrecogedor para poner en escena sus mea culpa. La Iglesia Católica es la más productiva en este ámbito. Uno de sus últimos celebrados mea culpa, fue el que tiene relación con el holocausto judío, "obra" del nazi- fascismo, donde se asesinaron también a miles de homosexuales. Pedía perdón por no haber hecho lo suficiente para impedir y combatir ese terrible genocidio, teniendo conocimiento al detalle de él. Otro mea culpa tiene que ver con el Tribunal Eclesiástico que castigaba los delitos contra la fe católica, la Inquisición, uno de los aparatos represivos más inhumanos de la historia y de la que la Iglesia Católica fue su creador y apologista principal durante siglos. Tuvieron que pasar más de doscientos años para que la hiperlentísima burocracia vaticana se diera los tres golpes en el pecho por haber institucionalizado el crimen.
Pero la aportación a lo impredecible no se agota en sus mea culpa: una de sus puestas en escena más insólitas para anunciar sus reformas dejaron a la comunidad internacional, literalmente, sumida en un estado de anonadamiento general. Y es que de un día para otro, Dios dejó de ser hombre. Y se transformó en un ente ni femenino ni masculino. Con esto la Iglesia Católica ha tenido un gesto infrecuente, por lo valiente, al eliminar el género sexual de Dios, teniendo en cuenta su agudo y endiablado androcentrismo, y el uso indiscriminado de la figura de Dios macho como el símbolo más representativo del patriarcado más opresor y discriminatorio, convirtiendo esta religión en una institución homo social por el rechazo visceral que le provoca la cohabitación con lo femenino (se han excomulgado a mujeres ordenadas sacerdotes por el mismísimo Papa), y el horror y terror obsesivos que le produce la homosexualidad (paradójicamente tan común entre sus filas). Pero aún hay más. Su gusto por el desasimiento y el despropósito no se consume en sus mea culpa y en los cambios que implementa, sino que se extiende a la gestión de la curia que, como sabemos, es el gobierno de la Iglesia Católica; un gobierno de facto y totalitario incrustado como un filudo cuchillo en la posmodernidad democrática. La gestión de la curia pareciera estar abandonada de la mano de Dios.
En efecto, la forma equívoca y equivocada de administrar la crisis de credibilidad en que está sumido este dogma religioso por el escándalo de los miles de sacerdotes pedófilos, tanto homo como heterosexuales, no termina de multiplicarse por el mundo. Nada más contrario a la justicia laica la resolución de exculpar a los sacerdotes pedófilos que "sólo" han abusado sexualmente de niños/as "una sola vez".
El argumento que utilizan para justificar esta sinrazón, que ruboriza, es que son juzgados por la "justicia divina". Esta forma de administrar la crisis es más propia de una secta que de una gran religión. Frente a un panorama tan excesivo, las preguntas surgen espontáneas: ¿Cuántos siglos le costará al dogma católico entender que nadie, y tampoco ella, posee el monopolio de la moral; y que como Iglesia separada del Estado no puede actuar sobre los que no son sus miembros, y tampoco usar su poder de facto para imponer a los Estados democráticos sus dogmas?
En sus últimos Compendios de la Doctrina Social de la Iglesia, continúa oponiéndose al condón, a la homosexualidad y al aborto -sin condenar explícitamente la pena de muerte-; plantea, además, que la familia es la unión sacramental sólo entre un hombre y una mujer, desconociendo que la institución familiar durante el siglo XX ha tenido cambios importantes y es plurifacética; expone, también, que las "parejas de hecho" no crean auténticas familias, despreciando a millones de parejas; y, por último, decide que la pareja homosexual supone "una incongruencia inaceptable", que "los individuos homosexuales deben ser respetados" pero deben al mismo tiempo ser animados a seguir el plan divino "con un empeño especial a la castidad", lo cual no significa "legitimar su comportamiento".¿Podemos continuar aceptando estos postulados que discriminan, explícitamente, a vastos grupos sociales de nuestra sociedad, especialmente a los homosexuales y a las mujeres? Lamentablemente, todo puede esperarse en una institución como la Iglesia Católica. Y ya estamos preparados para sus extemporaneidades.
La sentencia judicial en Suecia al pastor a un mes de cárcel por haber discriminado a los homosexuales en su prédica, es la respuesta civilizada a esta, muchas veces, feroz ideología maquiavélica por parte de la curia, la Iglesia católica oficial, que se ha sentido siempre con el derecho, a priori, de hacer y deshacer en todos los ámbitos de la sociedad. El año 2004, que fue cuando se produjo la condena al pastor sueco, se recordará en la historia de las religiones, de la democracia y del progreso de los derechos civiles, por esta sentencia: Las iglesias ya no podrán excluirse en el cumplimiento de la ley que penaliza la discriminación por orientación sexual. Enhorabuena.
Nota: La defensa apeló y el Tribunal de Segunda Instancia absolvió al pastor, lo que es un dato sin mayor importancia, ya que lo que importa es la ley que sanciona la discriminación por orientación sexual. Después de ser absuelto se produjo un debate que condujo a la revisión de la ley para hacerla más efectiva.
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(*1)Licenciado en Ciencias Sociales, con mención en Antropología Social y Ciencias Pedagógicas, Máster en Estudios de Género y Cultura en América Latina; Postítulo en Periodismo Científico (Antropología Social y de Género), por la Universidad de Estocolmo. Su correo electrónico es poseck@hotmail.com
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