El Periódico de Extremadura-.
--------------------------------
Dos transexuales extremeñas relatan a EL PERIODICO EXTREMADURA cómo afrontan su proceso de cambio de sexo y las reacciones de su entorno. Una de ellas ya se ha operado, la otra empezará en un mes el tratamiento hormonal.
(El nombre masculíno queda omitído en Trans_Bitacora), tiene 25 años y vive en el municipio pacense de Guareña. En un mes empezará el tratamiento de hormonas que iniciarán el proceso de transformación en su cuerpo. Su intención es operarse en un futuro. Para los demás empieza a ser María José (fotografía), aunque ella ha sabido desde siempre quién era. "La transformación la estoy empezando a hacer ahora. He ido haciendo las cosas poco a poco, para que también todos fueran adaptándose a mi cambio. Un día los pendientes, otro los zapatos... Algunos me llaman ya Mari Jose, pero otros me siguen llamando (...). No me importa. Entiendo que les resulte difícil".
María José no ha tenido tantos problemas en su entorno como otras transexuales. Creció en un cuerpo de niño, pero se comportaba como una niña y solo le gustaba estar con chicas. "A los 15 años se lo dije a mis amigos y también lo conté en casa y se lo tomaron muy bien"--señala--, "menos mi hermano mayor --tiene tres hermanos--, al que al principio le costó, pero ahora me apoya en todo. Realmente eso se debe a la desinformación que existe en la sociedad y a la imagen tan negativa que se ha dado siempre de la transexual". En general asegura que no puede quejarse, ya que en el pueblo el trato "siempre ha sido bueno, aunque hay gente intolerante y con eso se pasa mal. Es lo típico, intentan hacerte daño, te llaman mariquita..."
Los problemas llegaron a la hora de buscar una solución sanitaria. Han sido varios años de lucha desde que en el 2002 acudió a su médico de cabecera para contarle su situación. "Fueron pasándose la pelota unos a otros hasta que llegué al endocrino. No me hacían caso y tuve que denunciarlo ante el Defensor del Paciente. En la sanidad también hay mucha desinformación". Al final todo se solucionó y María José empezó el obligatorio y largo proceso por el que tienen que pasar todos y todas las personas transexuales, primero para tomar hormonas y después para operarse.
"Di muchas vueltas a lo de operarme, pero no por miedo, sino por cómo reaccionarían los demás. Seamos realistas, cuando cambias de sexo te aceptan si eres divina, si quedas muy guapa, así no hay problemas, pero si tienes un poquito de barba, por ejemplo, te discriminan y eso es muy injusto", señala María José.
Otra de las cosas que más le preocupaban era no tener que depender de nadie económicamente. "Estoy estudiando y voy a montar mi negocio. Hay muchas transexuales que ejercen la prostitución porque encuentran muchas dificultades para acceder a un empleo. La gente no sabe hasta qué punto es difícil. A mí, por ejemplo, no me han aceptado en tres academias --es peluquera y también quiere ser esteticién--. Cuando vas vestida de mujer y en tu DNI aparece un nombre de hombre no es fácil acceder a un préstamo, una hipoteca o determinados documentos. No siempre se toman bien que seas transexual. Te cierran muchas puertas".
El caso de Bárbara
Bárbara logró dejar atrás sus vestigios de masculinidad hace casi siete años. Nada más alcanzar la mayoría de edad cambió Extremadura por Málaga, buscó un empleo y comenzó el tratamiento psicológico y hormonal a través del servicio público de salud. Pero cansada de esperar una fecha para ser operada, tres años después cogió sus ahorros y pagó 10.200 euros por una intervención en una clínica privada.
"Lo peor fue el postoperatorio. Es un cambio muy grande. Tienes que consumir hormonas, sufres fuertes dolores de cabeza, vómitos... hasta que el cuerpo lo consigue asimilar", explica. Ella cree que la clave es tener muy claro lo que se va a hacer y ponerse en manos de un buen médico: "Conozco casos en Andalucía de personas que han muerto porque se medicaban por su cuenta y si no tomas las dosis adecuadas te puede dar un paro cardiaco en cualquier momento. Tener un especialista es esencial".
Hace dos años regresó a su pueblo en Cáceres. "Al principio la gente no me reconocía y no había problemas. Pero luego tuve que aguantar muchas críticas. Allí donde iba parecía que era el centro de atención de todos", relata. Lo pasó mal, hasta el punto de plantearse abandonar el municipio. Después la situación se fue normalizando, "comenzaron a darse cuenta de que soy una persona normal, aunque aún hoy tengo que aguantar alguna que otra tontería".
Ha pasado mucho tiempo desde que con apenas seis o siete años comenzó a comprender que sus sentimientos no se correspondían con su cuerpo. Se sentía mujer y tenía el cuerpo de un hombre. "Pero yo siempre lo tuve claro", más aún cuando, con 14 años, decidió contárselo a sus padres y encontró el apoyo de su familia.
Ahora tiene 27 años, vive con su novio y regenta una pequeña tienda de alimentación. Sigue tomando estrógenos y periódicamente tiene que asistir a revisiones. Afirma que tiene en mente muchos proyectos, aunque entre ellos todavía no está ser madre. "El instinto maternal no lo tengo muy desarrollado. Además, sólo pensar el daño que podría sufrir ese niño por las cosas que le dijese la gente, me quita esa idea de la cabeza".
Pero además, pide a las administraciones que faciliten los trámites a las personas que deciden dar este paso. Por una parte, que se agilice el proceso previo a la operación --"en un año un psicólogo debe saber bien si tienes claro lo que vas a hacer o no; no se puede alargar esto durante tanto tiempo"--; por la otra, que se normalice su vida administrativa, algo que podrá hacer con la futura ley. "Eso me causa bastantes problemas, porque no se creen que soy yo. En Correos al principio no me quería entregar los envíos".
--------------------------------
Dos transexuales extremeñas relatan a EL PERIODICO EXTREMADURA cómo afrontan su proceso de cambio de sexo y las reacciones de su entorno. Una de ellas ya se ha operado, la otra empezará en un mes el tratamiento hormonal.
(El nombre masculíno queda omitído en Trans_Bitacora), tiene 25 años y vive en el municipio pacense de Guareña. En un mes empezará el tratamiento de hormonas que iniciarán el proceso de transformación en su cuerpo. Su intención es operarse en un futuro. Para los demás empieza a ser María José (fotografía), aunque ella ha sabido desde siempre quién era. "La transformación la estoy empezando a hacer ahora. He ido haciendo las cosas poco a poco, para que también todos fueran adaptándose a mi cambio. Un día los pendientes, otro los zapatos... Algunos me llaman ya Mari Jose, pero otros me siguen llamando (...). No me importa. Entiendo que les resulte difícil".
María José no ha tenido tantos problemas en su entorno como otras transexuales. Creció en un cuerpo de niño, pero se comportaba como una niña y solo le gustaba estar con chicas. "A los 15 años se lo dije a mis amigos y también lo conté en casa y se lo tomaron muy bien"--señala--, "menos mi hermano mayor --tiene tres hermanos--, al que al principio le costó, pero ahora me apoya en todo. Realmente eso se debe a la desinformación que existe en la sociedad y a la imagen tan negativa que se ha dado siempre de la transexual". En general asegura que no puede quejarse, ya que en el pueblo el trato "siempre ha sido bueno, aunque hay gente intolerante y con eso se pasa mal. Es lo típico, intentan hacerte daño, te llaman mariquita..."
Los problemas llegaron a la hora de buscar una solución sanitaria. Han sido varios años de lucha desde que en el 2002 acudió a su médico de cabecera para contarle su situación. "Fueron pasándose la pelota unos a otros hasta que llegué al endocrino. No me hacían caso y tuve que denunciarlo ante el Defensor del Paciente. En la sanidad también hay mucha desinformación". Al final todo se solucionó y María José empezó el obligatorio y largo proceso por el que tienen que pasar todos y todas las personas transexuales, primero para tomar hormonas y después para operarse.
"Di muchas vueltas a lo de operarme, pero no por miedo, sino por cómo reaccionarían los demás. Seamos realistas, cuando cambias de sexo te aceptan si eres divina, si quedas muy guapa, así no hay problemas, pero si tienes un poquito de barba, por ejemplo, te discriminan y eso es muy injusto", señala María José.
Otra de las cosas que más le preocupaban era no tener que depender de nadie económicamente. "Estoy estudiando y voy a montar mi negocio. Hay muchas transexuales que ejercen la prostitución porque encuentran muchas dificultades para acceder a un empleo. La gente no sabe hasta qué punto es difícil. A mí, por ejemplo, no me han aceptado en tres academias --es peluquera y también quiere ser esteticién--. Cuando vas vestida de mujer y en tu DNI aparece un nombre de hombre no es fácil acceder a un préstamo, una hipoteca o determinados documentos. No siempre se toman bien que seas transexual. Te cierran muchas puertas".
El caso de Bárbara
Bárbara logró dejar atrás sus vestigios de masculinidad hace casi siete años. Nada más alcanzar la mayoría de edad cambió Extremadura por Málaga, buscó un empleo y comenzó el tratamiento psicológico y hormonal a través del servicio público de salud. Pero cansada de esperar una fecha para ser operada, tres años después cogió sus ahorros y pagó 10.200 euros por una intervención en una clínica privada.
"Lo peor fue el postoperatorio. Es un cambio muy grande. Tienes que consumir hormonas, sufres fuertes dolores de cabeza, vómitos... hasta que el cuerpo lo consigue asimilar", explica. Ella cree que la clave es tener muy claro lo que se va a hacer y ponerse en manos de un buen médico: "Conozco casos en Andalucía de personas que han muerto porque se medicaban por su cuenta y si no tomas las dosis adecuadas te puede dar un paro cardiaco en cualquier momento. Tener un especialista es esencial".
Hace dos años regresó a su pueblo en Cáceres. "Al principio la gente no me reconocía y no había problemas. Pero luego tuve que aguantar muchas críticas. Allí donde iba parecía que era el centro de atención de todos", relata. Lo pasó mal, hasta el punto de plantearse abandonar el municipio. Después la situación se fue normalizando, "comenzaron a darse cuenta de que soy una persona normal, aunque aún hoy tengo que aguantar alguna que otra tontería".
Ha pasado mucho tiempo desde que con apenas seis o siete años comenzó a comprender que sus sentimientos no se correspondían con su cuerpo. Se sentía mujer y tenía el cuerpo de un hombre. "Pero yo siempre lo tuve claro", más aún cuando, con 14 años, decidió contárselo a sus padres y encontró el apoyo de su familia.
Ahora tiene 27 años, vive con su novio y regenta una pequeña tienda de alimentación. Sigue tomando estrógenos y periódicamente tiene que asistir a revisiones. Afirma que tiene en mente muchos proyectos, aunque entre ellos todavía no está ser madre. "El instinto maternal no lo tengo muy desarrollado. Además, sólo pensar el daño que podría sufrir ese niño por las cosas que le dijese la gente, me quita esa idea de la cabeza".
Pero además, pide a las administraciones que faciliten los trámites a las personas que deciden dar este paso. Por una parte, que se agilice el proceso previo a la operación --"en un año un psicólogo debe saber bien si tienes claro lo que vas a hacer o no; no se puede alargar esto durante tanto tiempo"--; por la otra, que se normalice su vida administrativa, algo que podrá hacer con la futura ley. "Eso me causa bastantes problemas, porque no se creen que soy yo. En Correos al principio no me quería entregar los envíos".
Andrea querida:
ResponderEliminarNo tengo más poder que mandarte un abrazo cada vez que puedo.
Tu labor es hermosa y en ese sentido eres invencible...
Mentecato
ResponderEliminarYo sé que es díficil leer toda clase de noticias que aquí publico, pero es la realidad, sino se ven, parecen no existir, desde aquí te mando mi más sincero agradecimiento por reconocer mi labor, también es cierto que hay muchisimas más personas que realizan mi labor de manera altruista, todos los días 24 horas, de igual manera y sabiendo solamente yo, quien soy, es para mi un halago que reconozcas mi labor, muchas gracias, recibe un abrazo muy fuerte, ya que los tuyos siempre son bienvenidos, así como tus comentarios reconfortantes.